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Beatriz Ciscar / Europa Press

La desesperación del PP

Si la debacle finalmente se produce, Feijóo tiene los días contados y se abre la sucesión en el PP, muy posiblemente con una pelea a cara de perro entre Ayuso y Moreno Bonilla


El PP está muy nervioso ante la posibilidad de perder la Xunta de Galicia este domingo y, a estas alturas, ya se ha dado cuenta todo el mundo. Lo dicen los periodistas de la izquierda y de la progresía, pero también los de la derecha y la extrema derecha. Algunos muy bien informados, como Pedro J o Zarzalejos, ya están avisando de que, si la debacle finalmente se produce, Feijóo tiene los días contados y se abre la sucesión en el PP, muy posiblemente con una pelea a cara de perro entre Ayuso y Moreno Bonilla. Desde luego, cada vez que sale por la televisión, el candidato Alfonso Rueda tiene cara de muerto político y algo muy parecido le ocurre a su jefe y antecesor al frente de la Xunta.

Aunque llegó a Madrid con un capital político enorme, con el apoyo indiscutido de todos los barones del PP —que casi le pidieron por favor que diese un paso adelante tras el cruento asesinato político de Pablo Casado a manos de la presidenta de la Comunidad de Madrid— y la práctica totalidad del ecosistema mediático tocándole el laúd —la derecha mediática elogiando su firmeza y su perfil ganador y la progresía mediática su moderación y su carácter de hombre de Estado—, aunque se hizo con el poder en el PP con todos los ases de la baraja en su mano, Feijóo no ha parado de cometer errores estratégicos. El primero y el más importante, el haber perdido por su propia incompetencia las elecciones generales del 23 de julio de 2023. Después de haber generado unas expectativas altísimas, con prácticamente todas las encuestas dando por seguro que ocuparía la Moncloa el día 24, su pobre desempeño en las entrevistas televisivas y su incapacidad para obligar a sus barones territoriales a que esperasen hasta después de las elecciones para llegar a acuerdos con VOX llevaron —entre otras cosas— a una configuración parlamentaria salida de las urnas que hizo imposible su investidura. Si Feijóo se hubiese convertido en presidente del gobierno, entonces Ayuso habría tenido que esperar. Pero, habiendo perdido esa oportunidad, en la Puerta del Sol se empezaron a afilar los puñales la propia noche electoral. Quizás por ello, el gallego intentó de forma desesperada armar una mayoría de investidura aunque eso implicase —como recientemente se ha conocido en todo detalle— una negociación con todas las letras con la derecha independentista de Junts. Lejos de suponer una revindicación de su figura política, el patético intento de investidura que protagonizó solamente consiguió aumentar su imagen de debilidad. De hecho, el adelanto de las elecciones gallegas se concibió desde Génova 13 como una maniobra destinada a producir una victoria electoral rápida y fácil que ayudase a sellar las vías de agua que se le estaban empezando abrir al líder nacional. A la vista de lo verde que está el candidato Rueda, posiblemente otro nuevo error. Encima, Feijóo decidió que todos los mensajes de campaña pivotasen en torno a la amnistía y la traición a España que eso supondría por parte de Pedro Sánchez; un tema que no está nada claro que importe lo más mínimo al electorado gallego. Si a esto añadimos el paupérrimo desempeño del candidato en el único debate electoral al que se prestó y, sobre todo, el terrible error no forzado que protagonizó el propio Feijóo el pasado fin de semana al contar a 16 periodistas que estaba dispuesto a indultar a Puigdemont, es muy difícil encontrar un precedente de un diseño de campaña peor.

Feijóo no ha parado de cometer errores estratégicos. El primero y el más importante, el haber perdido por su propia incompetencia las elecciones generales del 23 de julio de 2023

Así las cosas, no se puede criticar al PP por la desesperación que tanto se le nota durante los últimos días. Desde luego, la desesperación no parece sino la reacción emocional más adecuada ante la situación que ellos mismos han provocado. Fruto de esa desesperación son, sin duda, los manotazos de persona que se está ahogando que suponen las recientes acusaciones por parte del PP hacia la candidata del BNG, Ana Pontón, de estar emparentada políticamente con ETA y hasta con Hamás. Pero también arrojan una imagen de absoluta zozobra los patéticos intentos de comprar votos utilizando el presupuesto de la Xunta de Galicia que hemos tenido que ver estos últimos días. El ingreso de 550€ a cientos de mariscadores o el anuncio de que le van a subir el sueldo a miles de sanitarios a tres días de que se abran las urnas suponen una señal tan clara de pánico que es incluso probable que sirvan para el objetivo contrario al que fueron diseñados. No sería extraño que, en lugar de convencer a un solo mariscador o a un solo profesional de la sanidad de que cambie su voto para votar al PP, más bien ahuyente a algunos de sus votantes menos convencidos.

Veremos qué ocurre este domingo. Pero, si tuviéramos que inferir la naturaleza de los trackings que maneja Génova 13 a través de las decisiones de campaña del PP, uno diría que hace ya días que los de Feijóo saben que han perdido la mayoría absoluta.


Madrid –

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