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Giannis Papanikos / Zuma Press / ContactoPhoto

Los agricultores se están manifestando contra el capitalismo

Aunque la derecha y la extrema derecha van a intentar retorcer su significado político, las manifestaciones del sector primario que están recorriendo Europa no cuestionan la lucha contra el cambio climático y tampoco plantean una batalla entre países en clave nacional


En estos días, estamos asistiendo a importantes movilizaciones de agricultores y ganaderos por toda Europa. La chispa saltó en Francia, con un espectacular cierre de los accesos a París, pero rápidamente se ha extendido por la mayoría de los países de la Unión, incluida España. Aunque la derecha y la extrema derecha están intentando capitalizar políticamente las movilizaciones mediante la introducción de marcos mentales reaccionarios como el negacionismo climático o el conflicto nacionalista entre países —»los franceses nos tiran los tomates»—, lo cierto es que la composición socioeconómica del sector, las causas reales de sus principales problemas y la mayoría de sus demandas tienen un componente mayoritariamente anticapitalista (lo queramos llamar así o no).

En cuanto a la composición socioeconómica del sector primario, la inmensa mayoría de los agricultores y ganaderos no son propietarios capitalistas, sino trabajadores del campo. Aunque, cada vez más, una pequeña cantidad de latifundistas y de fondos buitre están acaparando grandes explotaciones agrícolas y macrogranjas de producción híperintensiva de carne, la cantidad de explotaciones pequeñas y medianas en manos de empresas familiares y de agricultores profesionales es numéricamente mucho mayor. Dicho de otra forma, aunque Juan Abelló, la casa de Alba y la familia March sumen juntas más de 100.000 hectáreas, los propietarios de esa vasta extensión de tierra son apenas un puñado de personas que no pueden ni cortar una carretera secundaria. Mientras tanto, 2000 pequeños propietarios de explotaciones de 50 hectáreas —cada uno con su tractor— pueden fácilmente colapsar Madrid (el tamaño medio de una explotación en España está en 44 hectáreas). Los grandes agentes económicos que operan en el sector primario tienen muchísimo poder, pero los pequeños y medianos productores son —todavía— muchísimos más. Este es uno de los motivos principales que explican por qué sus principales problemas y demandas tienen mucho más que ver con los problemas y demandas de la clase trabajadora que con los intereses de los buitres del agronegocio. La aplicación del principio democrático en el campo automáticamente desemboca en planteamientos políticos que benefician a los de abajo y reducen los privilegios y ventajas de los de arriba; por una mera cuestión de números.

¿Y cuáles es la estructura básica de los problemas a los que se enfrentan los pequeños y medianos productores del sector primario? En pocas palabras, su predicamento principal es el de ser capaces de garantizar la rentabilidad de sus explotaciones; algo tan sencillo como tener ingresos superiores a sus gastos. Aunque, en el segundo apartado —el de los gastos—, hay algunas cosas que los gobiernos pueden hacer (como subvencionar el coste de la energía o proporcionar ayudas económicas suficientes para sufragar la modernización y la adaptación de las explotaciones a los nuevos estándares), es en el apartado de los ingresos donde los pequeños y medianos productores son sobre todo víctimas de la lógica capitalista; y lo son principalmente mediante el dumping de precios. Por un lado, las grandes cadenas de distribución alimentaria operan cada vez más en un régimen de oligopolio que les permite ejercer un abuso de posición dominante negociando los precios de compra en origen a la baja, sabiendo que los agricultores y ganaderos si no les venden sus productos a ellos a lo mejor no los pueden vender. Por otro lado, los pequeños y medianos productores tienen que competir con las grandes producciones locales (que son capaces de producir a un coste menor gracias a la utilización de prácticas mucho más agresivas, a la economía de escala y también a la degradación de las condiciones laborales de sus trabajadores), pero también con los productos importados desde países extranjeros que también son capaces de producir con un coste menor debido a la existencia de menores controles y de mano de obra más barata.

En cuanto al factor del cambio climático, la lucha de los pequeños y medianos productores del campo está perfectamente alineada —a pesar de los discursos reaccionarios que dicen lo contrario— con los objetivos ecologistas

Por ello, la necesidad de regular el mercado de los alimentos, de implementar de manera efectiva un precio mínimo de venta en el primer paso de la cadena, de fomentar circuitos de compra de proximidad desde lo público con precios adecuados o de rechazar los tratados de libre comercio con los que Europa intenta expandir los mercados a los que puede exportar productos de alto valor añadido pero utilizando muchas veces al sector primario como moneda de cambio —permitiendo la entrada de productos extranjeros sujetos a muchos menos controles— son todas ellas demandas que cuestionan de raíz la organización capitalista del sistema de producción y distribución alimentaria.

En cuanto al factor del cambio climático, la lucha de los pequeños y medianos productores del campo está perfectamente alineada —a pesar de los discursos reaccionarios que dicen lo contrario— con los objetivos ecologistas. En primer lugar, el negacionismo climático es materialmente muy difícil de sostener en el sector primario, ya que son los productores los que están en la primera línea de defensa ante los graves efectos del calentamiento global que ya están aquí. Después de más de tres años de sequía intensa y muchos más de fenómenos meteorológicos extremos que han aumentado de forma exponencial la utilización de seguros agrarios, no hace falta decirle a ningún agricultor que el cambio climático es un problema de primer orden, porque lo está viviendo de primera mano. Pero es que, además, las acciones que hay que llevar a cabo para proteger a la agricultura y ganadería profesionales también están sincronizadas con la lucha contra el calentamiento global. Si la apuesta por los productos locales y por una reducción de las importaciones y las exportaciones obviamente redundaría en una reducción de la huella de carbono asociada con el transporte, algo similar ocurre con la escasez de agua. Como ya hemos explicado aquí, el problema de la sequía no es el consumo en los hogares, ni tampoco el de las pequeñas y medianas explotaciones. El problema de la sequía es el avance de los macrorregadíos híperintensivos y las macrogranjas en manos de grandes fortunas y fondos buitre y sus prácticas de acaparamiento de los derechos de riego y despilfarro del agua para obtener ingentes beneficios económicos en el corto plazo. Si se limita el suministro de agua a los grandes capitales extractivos que llevan décadas avanzando posiciones en nuestro sector primario, entonces no solamente estaremos garantizando el riego en las pequeñas y medianas explotaciones sino que, además, estaremos también caminando hacia una mayor sostenibilidad medioambiental. En esta misma línea, la persistente demanda de buena parte de los manifestantes que estamos escuchando estos días en la dirección de una reducción en la burocracia combinada con una queja respecto de los nuevos criterios medioambientales que se establecen por parte de la administración comunitaria no tiene tanto que ver con una negación de la necesidad de adaptar las producciones a unos requisitos necesariamente cada vez más exigentes, sino a la desigualdad de oportunidades que este imperativo establece sobre los pequeños frente a los más grandes. Cuando la Unión Europea obliga a la modificación de los parámetros de producción y, además, lo hace acompañándolo de un papeleo aplastante, obviamente, está situando en condición de ventaja a los grandes capitales del agronegocio —que tienen una mucho mayor capacidad financiera y administrativa— frente a los pequeños y medianos productores. Por eso, cuando los manifestantes piden reducir la burocracia o solicitan moratorias en los plazos para las diferentes adaptaciones exigidas, también estamos hablando de una demanda que se dirige a la línea de flotación de la organización capitalista del conjunto del sistema.

Las manifestaciones masivas del sector primario que están recorriendo Europa no cuestionan la lucha contra el cambio climático y tampoco plantean una batalla entre países en clave nacional. Aunque la derecha y la extrema derecha política y mediática van a intentar retorcer el significado político de las movilizaciones y aunque seguramente habrá representantes de los grandes capitales en las mismas que pedirán más ayudas para la casa de Alba y que les dejen contaminar más, la estructura material de la problemática de la gran mayoría de los productores y de las demandas derivadas de ella es tan evidente que no hay vuelta de hoja. Los agricultores se están manifestando contra el capitalismo (incluso aunque alguno de ellos no lo sepa).


Madrid –

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