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Mural en las calles de Belén — J.L. Zamarrón

Desde Cisjordania: la revancha israelí se cobra vidas en Dheisheh

La represión y la violencia contra la población de Cisjordania se intensifica con detenciones y asesinatos como los producidos las últimas noches en el campo de refugiados al sur de Belén


La vida en Dheisheh, el campo de refugiados al sur de Belén se hace más difícil según avanzan los días en Palestina. Las quince mil personas que viven allí hacinadas, en el campo que se estableció en las tierras que UNRWA alquiló al Gobierno de Jordania en 1949, llevan acumulando varias noches sin dormir en la que se suceden las malas noticias.

Quien escribe estas líneas retornó de allí hace una semana, y, como contábamos en este diario, las señales a nuestra vuelta nos hacían prever que algo peor se avecinaba. Los checkpoints fueron cerrados por bulldozers a base de piedra y arena, las entradas de las IDF israelíes en los campamentos de refugiados se hacían más habituales. Según los datos del Ministerio de Sanidad palestino, 80 personas han muerto en Cisjordania por la represión israelí desde el 7 de octubre, en forma de ataques con drones, redadas injustificadas, asaltos de colonos violentamente armados o cargas policiales durante las movilizaciones semanales. La carne de cañón son los hombres jóvenes, muy jóvenes, apenas niños.

Aunque toda la información se ha centrado en Gaza, nuestros móviles no dejan de llenarse de imágenes de esa otra realidad en tierras palestinas, imágenes como las que acompañan esta crónica y que dan muestra del dolor de vivir en un constante sobresalto, en una resistencia continua, ya sea en Dheisheh, en Nablús o en Nur Shams. Podría decirse que Cisjordania está siendo asediada noche tras noche en una especie de revancha no retransmitida, un silencio dentro del silencio. En los últimos días los campamentos del West Bank parecen haberse convertido en un lugar donde Israel se cobra impunemente en los cuerpos de sus habitantes cada golpe que recibe.  

Mantenemos el contacto con organizaciones, amigas y conocidos ante la impotencia del que quiere ayudar pero no sabe cómo. Sabemos que se multiplican las entradas en el campo, los secuestros de jóvenes palestinos, las malas noticias y las que aún pueden ser peores. Y la más triste nos llegó la noche del miércoles al jueves: Ahmad Moner Sadouq, familiar de las personas que dieron casa a éste que escribe durante mi estancia en Palestina. Ahmar era un chaval de 17 años de edad que ha muerto en el hospital a causa de un disparo en la cabeza. Lo recibió mientras estaba en el balcón de su casa durante la irrupción de las fuerzas militares israelíes en una de esas redadas nocturnas, y fue una bala del ejército israelí la que le arrebató la vida.

Ahmad Moner Sadouq en un cartel del Frente Popular de Liberación de Palestina.

¿Qué futuro tiene la juventud palestina en Cisjordania? Nos ponemos en contacto con Seid, uno de los jóvenes que conocí estas últimas semanas que pasa sus días recorriendo las calles serpenteantes de Dheisheh, donde él y sus amigos, como el asesinado Ahmar, se mueven como inquietas hormigas empujando su libertad tan lejos como les dejan. Ha nacido en un campo de refugiados, y no conoce otro lugar. Le preguntamos cómo está, qué sienten los jóvenes del campo antes esta nueva ola represiva. «En estos días concretos estamos pendientes de nuestros hermanos de Gaza, sometidos al genocidio por parte de la ocupación Israelí. Solo hay que ver los bombardeos sobre hospitales como el de Mamdani, donde mataron a muchachas personas, hombres, mujeres, niños o enfermos. Aquí en Cisjordania somos atacados a diario y durante su asaltos matan y arrestan a palestinos. ¿Qué cómo estoy? No puedo olvidarme de los niños de Gaza y Cisjordania. Estamos sufriendo, pero nos mantenemos firmes ante esta odiosa ocupación». 

Imagen del entierro del joven Ahmad, el viernes 20 de octubre en Dheisheh.
Vídeo del entierro de Ahmad.

Contactamos con Naji Odwa, de la Asociación Juvenil Laylac, y atiende amable, como siempre, mis preguntas. Se nota que en las tres últimas noches apenas ha dormido. En su tono cansado, confirmaba los rumores confusos que se suceden los grupos de Whatsapp, las cuentas de Twitter, en el ruido sordo de las imágenes que se pierden sepultadas por tanta información difícil de contrastar. «Sí, 100 soldados entraron en el campamento a medianoche antes de ayer, —la noche del miércoles al jueves— y  atacaron desde diferentes áreas, usando gas lacrimógeno para acceder. La gente reaccionó y salió a la calle, ocho personas fueron arrestadas, y seis fueron disparadas solo en esa noche. El chico —refiriéndose a Ahmad— murió de un tiro en la cabeza cuando estaba en el balcón de su casa… esto quiere decir que estaban disparando a todos lados, sin control. Los detenidos están acusados de ser activistas de Hamás. Y la noche siguió así, hasta las 4 de la mañana».

Naji Odwa, de la asociación Laylac, que trabaja con la juventud del campamento de Dheisheh.

Conversando con el joven Seid, su voz no titubea y en un perfecto inglés continúa reflexionando, como si hablara para sí mismo además de para nosotros, que le escuchamos. «Siento que  moriré en cualquier momento y que siempre estaré sujeto a la muerte, o a las fuertes palizas, o a los disparos, en cualquier momento o lugar de Palestina. Estamos ante una ocupación que no tiene piedad, pero con la ayuda de Dios, nos mantendremos firmes antes la matanza israelí».

Me gustaría decirle que yo no creo en dios, y que la ayuda que él invoca no cae del cielo, porque la están construyendo entre ellos, estos hijos y nietos de la rabia. Pero, ¿Quién soy yo para hablarle de futuro? ¿Quiénes somos para decirles que no salgan a la calle, que obedezcan a las redadas, que no lancen piedras, que se plieguen a esa existencia sin destino dentro del hormiguero?

Israelíes entrando en los campos. Imágenes cedidas por vecinas de Dheisheh.
«Cementerio de los mártires» en Dheisheh. Aquí se da sepultura a la mayoría de jóvenes asesinados. Limpiar y cuidar sus tumbas es parte de la cotidianeidad de sus amigos y amigas — J.L. Zamarrón
Mural en las calles de Belén — J.L. Zamarrón

Madrid –

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