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TVE informa sobre la situación en Gaza

El ejército del poder

Basta con oír o leer a los líderes europeos esta semana para confirmar que ese ejército cuenta hoy con demasiados reclutas


Hablar de democracia es hablar del poder, pero pese a ello es del poder del que casi nunca se habla. Ese que manda sin que lo veamos y muchas veces sin que lo conozcamos. El que dicta portadas, edita sentencias o monta operaciones policiales. Corrijo: El verdadero poder, en realidad, es aquel que no necesita dictar portadas porque tiene bien disciplinados a quienes se encargan de nunca escribir una palabra que se salga del guion, no necesita editar sentencias porque tiene comprados a sus jueces y no necesita ni montar operaciones policiales contra adversarios políticos porque en los ministerios y las fuerzas del orden se auto proponen para cumplir con esa labor. El poder verdadero no necesita ni poner palabras en sus peticiones, pero claro que usa el lenguaje. El lenguaje del poder. 

Pienso mucho en ese poder estos días de bombas, fósforo blanco, corredores de vergüenza mal llamados “humanitarios” y bloqueo tanto de infraestructuras básicas para quienes viven en Gaza, como el informativo para quienes queremos saber lo que está ocurriendo y vemos estrecharse el punto de mira cada día un poco más. Y me imagino en cómo quienes repiten en bucle que “todo empezó con Hamás” o quienes hacen de la empatía un ejercicio selectivo donde sólo unos la merecen y otros pueden joderse, son precisamente esos alfiles de ese poder invisible. Es decir, ese ejército del poder. Un poder que lucra con las armas que vende al estado de Israel y luego tiene a su ejército mediático repitiendo la palabra ‘Hamás’ pero nunca pronunciando ‘Netanyahu’ o separando el significante ‘guerra’ del segundo, pero nunca del primero. El lenguaje del poder tiene que ver con a quién nombras y cómo lo nombras. Y a quien es amigo del poder hay que decirle ‘mago’ y no ‘genocida’ da igual lo que haga.

Pienso en ese ejército del poder y en sus diversas formas. O, si queremos, en los distintos uniformes que utiliza según convenga. Y pienso, por tanto, en esa fórmula que oímos machaconamente donde parece que no se puede hablar de los más de 70 años de ocupación israelí si no te has tatuado primero en la mejilla, para que todos lo vean, que Hamás es el único diablo. Da igual lo que digas, incluso lo que rigurosamente complejices, si no te has hecho el tatuaje no tienes cabida. El ejército del poder tiene la suficiente fuerza como para callarte o, si te dejas, hincar la aguja que dibuje un tatuaje tan visible y ensordecedor que ya no podrías considerar borrarlo. El ejército del poder no perdona, no matiza, no acepta un “he cambiado de opinión”.

Pienso también en ese otro batallón del ejército del poder que muchas denunciamos por equidistante y que a veces no es otra cosa que el batallón de la trampa perfecta que nos hace creer que vivimos en un país donde la pluralidad de opinión existe, sólo porque unos se bestializan a lo Jimenez Losantos y otros se “moderan” (he ahí una de las palabritas preferidas en el léxico del poder). Como si al final del día no estuvieran nombrando lo mismo con alguna diferencia vacía en lo performativo, pero símil en lo práctico. ¿En qué se diferencia realmente un “Hamás ha desencadenado todo” de un “Israel tiene el derecho a defenderse”? Detente un minuto en esta pregunta. ¿Cuál es la diferencia concreta entre una enunciación y la otra? 

No termino de entender por qué la frase “derecho a defenderse” se ha vuelto un mantra en los últimos días. Básicamente porque no entiendo de qué derecho me hablan ni de qué defensa. En realidad, porque cuestiono su concepción de “defensa” cuando la utilizan para referirse a quien amenaza no a quien se defiende

Y será porque estoy a más de una galaxia de distancia de ese poder y de su ejército desplegado abrumadoramente por todos los rincones, que llevo pensando en lo bien que se nos han colado. Tanto, que hasta dentro de la izquierda parece haber debate. Tanto que quienes están llamados a señalar a ese ejército y denunciar sus artimañas, sus armas discursivas, sus tanques en enunciado, sus uniformes lingüísticos, terminan comprando primero el diccionario del poder y luego usándolo. 

Porque perdonarán ustedes el atrevimiento, pero no termino de entender por qué la frase “derecho a defenderse” se ha vuelto un mantra en los últimos días. Básicamente porque no entiendo de qué derecho me hablan ni de qué defensa. En realidad, porque cuestiono su concepción de “defensa” cuando la utilizan para referirse a quien amenaza no a quien se defiende. Será que las que coleccionamos subalternidades en el cuerpo reconocemos la diferencia entre amenazar y defenderse. Y las características de lo que están llamando “derecho” pero que no lo es nunca para algunos, sólo lo es para otros. 

Disculpen, entonces, el atrevimiento pero ¿Qué tiene que pasar para poder decir que las acciones de Hamás son rechazables, condenables y que las vidas israelíes que fueron víctimas de dichos actos no debieron serlo pero que eso no quiere decir en ningún caso que el Estado de Israel esté amenazado? Porque, perdonen ustedes por poner un pie en la realidad y no en la distopía que nos vende el poder mediático occidental, pero Israel es un estado armado hasta los dientes por Estados Unidos y lleva realizando crímenes de guerra durante décadas. El conflicto existe por eso, por su resistencia a dejar de asesinar no sólo en Gaza, entonces, ¿de qué amenaza me están hablando? ¿De sí mismos? ¿Qué significa “defensa” en esta ecuación donde quien la ejerce es quien ofende? ¿Qué clase de paradoja del infierno nos están vendiendo como diplomacia?

Frente a ese ejército del poder, que nunca podrá traer paz porque por eso es un ejército, habrá que cambiar de chip y de diccionario, no para regalarles las palabras, sino para evitar que las sigan despojando de significado. Lo hicieron con ‘libertad’, lo intentan con ‘igualdad’, con ‘verdad’ y hoy con ‘defensa’. Y, como sabemos, el lenguaje no es casual. Es una herramienta política y el ejército del poder lo tiene clarísimo. Basta con oír o leer a los líderes europeos esta semana para confirmar que ese ejército cuenta hoy con demasiados reclutas.


Madrid –

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