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La ONU, Premio Nobel de la Paz, 2001 — Wikipedia

Guterres no es Gandhi

Que el Secretario General de la ONU haya dicho algo tan básico como que Israel debe respetar los derechos humanos y la legalidad internacional, le ha convertido casi en un revolucionario en los tiempos que corren


¿Os imagináis a un país declarando ‘non grata’ a la ONU? ¿Os imagináis que además ese país exija la dimisión del Secretario General de la ONU y amenace con dejar sin visados a toda persona que trabaje en la ONU? Eso es exactamente lo que ha pasado ayer. Israel —que imagino que se siente lo suficientemente poderoso para hacerlo— ha decidido declarar a la ONU ‘non grata’ y ha denegado el visado al jefe de asuntos humanitarios de la ONU, Martin Griffiths, a raíz de las declaraciones del secretario general de la ONU, António Guterres, al que además ha pedido su dimisión. Y atentos, porque no es que Guterres haya dicho que Israel está cometiendo un genocidio, que es lo que debería de estar denunciando la comunidad internacional, sino mas bien dijo que “los terribles ataques de Hamás contra Israel el 7 de octubre no pueden justificar el castigo colectivo del pueblo palestino”. En la misma línea denunciaba “las claras violaciones del derecho internacional humanitario que estamos presenciando en Gaza” al tiempo que manifestaba que “nada puede justificar el asesinato, las heridas y el secuestro deliberados de civiles, ni el lanzamiento de cohetes contra objetivos civiles. Todos los rehenes deben recibir un trato humano y ser liberados inmediatamente y sin condiciones.”

Resulta ahora que palabras que en cualquier otro contexto serían algo absolutamente normal de un representante de las Naciones Unidas, ahora parece que son extremadamente valientes, precisamente por el contexto en el que primero Rusia-Ucrania y ahora Israel nos está metiendo. Un relato reaccionario que ha permitido que la deshumanización sea la piedra angular de unos conflictos geopolíticos que tienen, como casi siempre, al negocio de las armas detrás. La realidad es que el apoyo militar a Israel no ha dejado de crecer en las últimas siete décadas y es, de lejos, el mayor receptor de ayuda exterior estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial.

Un relato reaccionario que ha permitido que la deshumanización sea la piedra angular de unos conflictos geopolíticos que tienen, como casi siempre, al negocio de las armas detrás

Como decíamos en un reciente artículo aquí en Diario Red, “a medida que Israel aumenta su gasto militar, que llega al 4,5% de su PIB, más que en inversión educativa, Estados Unidos ve crecer sus ingresos de forma directa. El 80% de las armas que Israel compró en 2022 se las compró a EEUU, el 20% restante a Alemania”. A estas alturas ya nadie sorprende que detrás de la guerra de Israel contra el pueblo palestino está la voluntad de EEUU de sacar tajada económica mientras ve crecer en Israel la partida presupuestaria dedicada a Defensa. Algo parecido a lo que está ocurriendo en Ucrania, por cierto.

Que el Secretario General de la ONU haya dicho algo tan básico como que Israel debe respetar los derechos humanos y la legalidad internacional, le ha convertido casi en un revolucionario en los tiempos que corren. Por eso es importante no perder la perspectiva, y seguir denunciando con nombre y apellido las tropelías que en nombre de la democracia cometen países como Israel con la complicidad de EEUU y de todo Occidente. Quienes hoy se ponen de perfil y prefieren no posicionarse o denunciar bajito y sin ruido el genocidio que está cometiendo Israel, además de ser unos miserables, están demostrando su poca credibilidad y su falta de valentía en un momento clave de nuestra historia. Y aquí no hay equidistancia que valga. O se está con los derechos humanos o se está en contra de ellos.

Y por cierto, Antonio Guterres no es Gandhi, por más que la ola reaccionaria haya desviado hacia valores más conservadores los parámetros que fijan lo que es decente y lo que no. Pero por lo menos, y con la que está cayendo, algo bueno ha dicho el Secretario General de la ONU. Y solo por eso hay que aplaudirle. 


Madrid –

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