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Bomberos de Murcia trabajan frente al Teatre

 Edu Botella / Europa Press

Homicidios de estado en Murcia

La peña no es muy consciente de que la corrupción mata y, para desdramatizar, los corruptos califican a los muertos como expediente


Marcos Andrés Martínez Alcázar es el presidente de la Asociación de Empresarios por la Calidad del Ocio en Murcia. Un tipo respetable. Un emprendedor exitoso. Uno de esos señores encorbatados a los que los alcaldes les ríen las gracias groseras sobre maricones y putas, les conceden todo tipo de distinciones y medallas, y los periódicos locales les organizan galas de mucho huecograbado, cardados y joyería. Un hombre de orden. Un triunfador. Un ejemplo. Un líder. Un impulsor de la economía local y regional. Un benefactor. Un visionario. Un generador de puestos de trabajo. Un recio patriota y devoto cristiano, que viene a ser lo mismo.

Con tan buen currículum en esta publicracia mediática, estaba claro que tarde o temprano alguien tenía que morir.

Cantó sus hazañas Serrat en Algo personal. Son hombres capaces de quemar a trece personas por un negociete sin sentir calor ni frío, cual este Marcos Andrés Martínez Alcázar, presidente de la Asociación de Empresarios por la Calidad del Ocio y uno de los dueños de la discoteca Teatre/Fonda, que al parecer tenía una orden de cierre desde hace casi dos años. Son los hombres para los que una denegación de licencia de apertura, por falta de seguridad, es solo un papel burocrático que prender para encender un puro. Hablo yo con el concejal, don Marcos Andrés, ya me sobre/entiende. Nadie le llama corrupción, solo negocios, favores entre amigos, sinergias. Y así todo y trece muertos, ambas cosas para siempre.

Las explicaciones políticas a lo sucedido seguro que consolarán enormemente a las familias. Las dieron enseguida el teniente de alcalde de Urbanismo, Antonio Navarro (del PP), y su antecesor socialista Andrés Guerrero, hermanando a las dos españas por un rato: “Teatre se dividió en dos y abrió Fonda. No podían abrir desde 2022. No sabíamos que seguían abriendo. Igual fue un inspector y en ese momento estaba cerrada”, sollozó Navarro. Igual los ilustres munícipes y sus inspectores no leyeron la publicidad bombardeada en redes sociales y cartelerías urbanas promocionando estas salas de baile ilegales. O les pasaron desapercibidos los atestados de la policía municipal sobre peleas y comas etílicos a la puerta del antro. Será que los políticos murcianos son más dados al noble jumilla que a las perversoras letras. Será que los clientes de la discoteca eran panchitos, por usar su terminología. Las Atalayas, la zona latina donde ardieron las discotecas de Murcia: «Desde hace años hay robos, peleas…», titulaba con españolísima racialidad El Independiente del ex pedrojotista Casimiro García Abadillo.

Pero todo esto pasará, se apagarán enseguida en nuestra memoria las llamas del Teatre con un par de manguerazos periodísticos sobre Bildu y Waterloo

Un día después de que, en unos segundos, se derritieran todos los hielos de las copas del Teatre, los responsables políticos de PP y PSOE se mostraron muy indignados y solemnes, anunciaron que el Ayuntamiento de Murcia se personará como acusación particular y se comprometieron a llegar hasta el fondo de las cenizas para exigir “la depuración de todas las responsabilidades del expediente”.

La peña no es muy consciente de que la corrupción mata y, para desdramatizar, los corruptos califican a los muertos como expediente. Quizá porque los muertos han sido expedidos hacia la tierra, el humo, el polvo, la sombra y la nada. Tampoco parecen muy enterados de que “la depuración de todas las responsabilidades” les alcanza a ellos. Sí que va a ser una acusación particular, muy particular y personal, pues apunta contra su propia cabeza o falta de cabeza. Por cohecheros, en pago a su ceguera, por vasallos del poderoso o por negligentes.

En cuanto a nuestro probo protagonista, Marcos Andrés Martínez Alcázar, presidente de la Asociación de Empresarios por la Calidad del Ocio y dueño del ya Mauthausen Teatre, ha mandado a unos propiosa decir que sí había licencia, pero que se le ha quemado, como los contratos de la Xunta de Galicia con el narcoamigo de Feijóo, Marcial Dorado. Qué poca imaginación tiene esta gente. Y qué antiguos son: aun creen en el efecto purificador del fuego. Purificador de sus avariciosas conciencias e inconsciencias.

Pero todo esto pasará, se apagarán enseguida en nuestra memoria las llamas del Teatre con un par de manguerazos periodísticos sobre Bildu y Waterloo, como sucedió con el Alvia, con el metro de Valencia, con los 58 cadáveres de Jesús Gil en Los Ángeles de San Rafael, con los 7.291 ancianos que se asfixiaron sin asistencia médica en las residencias de Ayuso, con los 4.000 enfermos de hepatitis que dejó morir Mariano Rajoy para ahorrarse el Soldavi, con montones de accidentes y negligencias remuneradas que no son tales, sino homicidios de Estado, que es una forma refinada de decir corrupción. Que no descansen en paz.


Madrid –

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