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Acto de Jura de la Constitución — TVE / Youtube

La crisis está en el régimen

Los mismos platós de televisión que se llevaron las manos a la cabeza cuando Irene Montero habló de jueces machistas en la judicatura, hoy parecen estar de acuerdo en señalar que hay jueces golpistas en la judicatura, o al menos “no demócratas”


He de confesar que hay días en que me gustaría vivir en el mundo en el que parecen vivir los tertulianos de los espacios de la progresía mediática. Anteayer oía Cadena Ser y me topé con dos analistas que, con sus matices, repetían un mismo mensaje: la deriva que la ultraderecha está tomando es muy preocupante. En la misma línea, minutos antes, la editorial de Àngels Barceló apuntaba —separando siempre a VOX del PP— que la “deriva” de la extrema derecha tendría consecuencias inesperadas. Se respiraba alarma en la redacción de Cadena Ser, que es la misma atmósfera que ha rodeado otras redacciones como la de elDiario.es, Infolibre o La Sexta.

Que nadie se confunda. Claro que hay alarma. La comparto. El problema está en que a algunos la alarma les ha sonado esta semana, en concreto el lunes, y a otros nos lleva sonando varios años. En concreto, siete. Ha habido quien con mucho acierto señala la diferencia en el trato del golpismo de las derechas españolas cuando a quien afecta es al feminismo incómodo que quiere cambiarlo todo y no conformarse con no incomodar a los señores de 40 ó 50 años, o a la izquierda impugnadora que no se calla y a la que acusan de ruidosa, y cuando afecta al PSOE, nada menos que en la misma calle Ferraz. A las pruebas me remito. Los mismos platós de televisión que se llevaron las manos a la cabeza cuando Irene Montero habló de jueces machistas en la judicatura, hoy parecen estar de acuerdo en señalar que hay jueces golpistas en la judicatura, o al menos “no demócratas”. ¿No era que no había que desprestigiar a los jueces? ¿No era que el poder judicial era intocable porque de lo contrario eras un enemigo de la institucionalidad democrática española?

Al final resulta que los que nos decían que no se podía hablar de machistas con toga admiten que hay golpistas con toga, y no es una diferencia terminológica. La diferencia está en a quién han afectado estas togas claramente antidemocráticas

Al final resulta que los que nos decían que no se podía hablar de machistas con toga admiten que hay golpistas con toga, y no es una diferencia terminológica. La diferencia está en a quién han afectado estas togas claramente antidemocráticas. Hay quien puede creer que hoy es válido criticar al poder judicial porque se ha atacado al PSOE. Creo que es todavía más de fondo. Lo que se ha atacado es al régimen. Un régimen que el PSOE representa mejor que ningún otro partido, claro. Pero entonces surge la pregunta, ¿el mismo régimen atacando al régimen? ¿Cómo es esto posible? ¿Es un error en la matrix? ¿Una operación de un grupúsculo de desadaptados pero con poder que han decidido hacerlo volar todo incluso ese régimen que dicen ‘putodefender’?

Para todas las preguntas anteriores hay una misma respuesta: crisis de régimen. Es verdad que desde dentro del bloque del régimen —que incluye partidos políticos pero no sólo, sino también al poder empresarial, económico, mediático, judicial y castrense— están atentando contra sus propios resortes y sus propios sujetos enunciadores. Pero no por desconocimiento, incapacidad o negligencia política. Ni siquiera por mero fascismo. No olvidemos que el fascismo es un recurso de las mismas élites para sostener sus privilegios, en este caso, al régimen. En realidad, estas algaradas son la respuesta a una crisis que sigue abierta desde 2011 y que el bloque del régimen ha intentado cerrar constantemente sin éxito, de momento.

En una crisis es muy difícil poner de acuerdo a todos los actores. El régimen vivió en 2015 un gran susto que los pilló desprevenidos. Un susto con la cara de Pablo Iglesias y con el logo de Podemos. Y pasado el susto inicial, reaccionaron lo más rápido que pudieron. Activaron al poder mediático en contra de los morados, al poder judicial en contubernio con los medios de comunicación para fabricar cuantas noticias (y cuentas) hicieran falta y evitar así que a Pedro Sánchez se le ocurriera pactar con la tercera fuerza política española. Es curioso, ¿verdad? que entonces no pudiéramos hablar de golpismo en la judicatura y en el poder mediático. Como si interferir directamente en la investidura que es consecuencia del resultado aritmético surgido de las urnas, fuera una ocurrencia de un sábado cualquiera. Y vaya que lograron influir. La prueba la tenemos en las cuatro repeticiones electorales en cuatro años, en el pacto Sánchez-Rivera, en los “muy burdo pero voy con ello”, en la defenestración de Sánchez del PSOE, en el turnismo por abstención que permitió a Rajoy ser presidente, etc.

Cuando algunas voces denunciaron esta operación golpista por parte del bloque del régimen otros callaron. Otros y otras desde esas también llamadas izquierdas. Porque una cosa es ir a una mani y lanzar proclamas en pos de la justicia social y otra enfadar al mandamás del plató de televisión en el que te sientas y recibes ciertos mimos que te permitan luego tener un escañito más en el Congreso. Hay silencios cómplices del golpismo. Y vienen de las izquierdas que hoy se sienten hegemónicas.

Pero sabemos que el régimen no logró cerrar su crisis. Pese a intentarlo, Sánchez ganó las internas, Podemos no murió (y no porque no lo siguieran intentando), y surgió otro momento que desestabilizaría a los que parecían un bloque de cemento: el procés. Esta vez no los pilló tan por sorpresa y contaban con un liderazgo clave: Felipe VI. Y fue así que 2017 fue el año de unión férrea del bloque de régimen que tuvo en el PSOE a un actor fundamental no sólo con la aprobación del 155, sino con su aparato mediático cocinando a fuego no tan lento el discurso del régimen.

Hoy ese procés que los unió los ha partido. En las crisis es muy difícil mantener enfilados a todos los actores y en el bloque de régimen se está viendo. Pero esa es una victoria de la democracia. De ese bloque plurinacional (antes que progresista dada la actual aritmética parlamentaria) que es el resultado sistemático en las urnas desde 2015. Lo que podemos llamar “la constante democrática”, que en España es necesariamente plurinacional. Mientras que buena parte del PSOE lo acepta —no por principios, tal vez sólo por táctica de supervivencia— otros actores del bloque del régimen no. Porque algunos entienden que la supervivencia depende de dar cierta concesiones generalmente superficiales a esos “otros” para que sigan siendo “otros” y no “decisores”, mientras que otros se entercan cuál niños por mantener lo ranciamente conocido porque se trata de ‘putosobrevivir’. Da igual si en el intento firman sus propias sentencias de muerte. La terquedad es mala consejera cuando estás en crisis. Y la crisis es de ellos, no de nosotros.

El bloque está partido, una versión institucional de “el emperador está desnudo”, pero lo importante a recoger como lección es que llevábamos viendo al

Emperador desnudo desde hace años, pese al silencio de la progresía que sabe muy bien que es al PSOE al que se protege, no a la democracia. Y es al PSOE porque es al régimen, no a la democracia. Porque si hubieran defendido la democracia  el apellido García Castellón habría sonado hace muchos años y no sólo esta semana, habría habido un posicionamiento claro en torno a un gobierno de coalición en 2016 y no sólo en 2023 para que sea Diaz y no Iglesias quien esté en ese consejo de Ministros, habría habido portadas y horas de tv y radio denunciando las cloacas del estado contra el soberanismo catalán y contra Podemos en lugar de ni mencionar (hasta hoy) esas operaciones de las cloacas de las que, al menos Antonio García Ferreras también fue protagonista.

Decía Ivan Redondo, con quien se puede discrepar pero apunta con agudeza, que “en España cuando a una idea le ha llegado su momento, sucede”. El problema con lo que señala Redondo es que no depende del momento de la idea, me temo, sino de los sujetos que la defienden hasta sus últimas consecuencias. Si la apuesta es solo táctica, no sirve, por más liderazgo audaz de cualquiera. Y, en este caso, si el bloque de régimen no la defiende en coro, esa idea sólo será una nueva gota al vaso que se rebalsa de crisis de régimen. Lo primero que debería entender ese bloque es que ha perdido, pero no están por la labor.

Y esa es una buena noticia para las izquierdas. Las verdaderas. Las que planteen la ruptura de ese orden y no subsumirse al gran partido de régimen. La oportunidad está ahí, esperando que alguien la coja. García Castellón, Aguirre, Ayuso, Abascal, y el elenco que ‘putodefiendeelrégimen’ nos están mostrando su debilidad.


Madrid –

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