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La mano tendida

Llevamos 49 mujeres asesinadas por violencia machista en lo que va de 2023, la cifra más alta para el mismo mes del año desde hace una década. El 2022 se cerró con ese mismo número de mujeres asesinadas a finales de año


No fue un «saludo tenso», como se empeñaron en titular algunos (demasiados) medios de comunicación de cuyo nombre no quiero acordarme. Fue un gesto cargado de ideología, simbolismo e intenciones.

«Me alegro de que nos encontremos en un evento para defender el derecho al aborto», enunciaba la ministra de Igualdad, Irene Montero, al llegar al Palacio de la Aljafería de Zaragoza. La presidenta de las Cortes de Aragón, Marta Fernández, de Vox, le respondía hierática, inmóvil: «bienvenidas a esta casa». Pero si existía alguna duda sobre si aquello se trataba de tensión o de desplante, el detalle de después la despejaba sin ambages. No he dejado de darle vueltas estos días, precisamente, a la carga simbólica que encerraba la negativa de Fernández ante la mano tendida de la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, segundos más tarde. Y es que cuánto discurso habita casi siempre entre lo estético, en las formas. En aquello que tantas veces, de forma injusta, acostumbra a tildarse de frivolidad. Que se reduce al análisis de lo personal y lo despolitizado, y se califica como «mala educación».

Llevamos 49 mujeres asesinadas por violencia machista en lo que va de 2023, la cifra más alta para el mismo mes del año desde hace una década. El 2022 se cerró con ese mismo número de mujeres asesinadas a finales de año. Las alarmas deberían estar encendidas en todos los frentes. Sin embargo, cabe preguntarse hasta qué punto el recrudecimiento de las violencias machistas al que parece que estamos asistiendo es completamente azaroso cuando acumulamos la estremecedora cifra de 28 mujeres asesinadas en los meses de junio (4), julio (8) agosto (7) y septiembre (9). Y, si bien es cierto que el verano es siempre uno de los periodos de más alto riesgo para las víctimas, desde las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, la intensificación de los discursos negacionistas de la ultraderecha y su traducción en forma de la retirada de la mano tendida por parte de las instituciones allí donde han pasado a formar parte de los gobiernos, quizá no resulte un asunto baladí. Con esto no quiero insinuar ninguna correlación estadística directa, pero desde luego debería darnos qué pensar.

En cualquier caso, no parece lo más constructivo para salvar vidas empecinarse en retirar los recursos y el reconocimiento a las mujeres que puedan estar sufriendo violencia machista. No parece lo más constructivo alentar las vísceras de dicho negacionismo, henchir de ira a aquellos hombres que ejercen violencia pero piensan que «ella es la que está loca», que «no le queda otra», que «le saca de sus casillas» y que «ya no puede más».

Mientras tanto, qué importante es hacer saber a las mujeres que no están solas, los recursos disponibles a los que pueden acceder sin necesidad de poner denuncia: el 016, el centro de mujeres de su barrio, los hospitales públicos, las farmacias, cada comercio que se identifica como punto violeta al que pueden acudir sin miedo…

Con cada asesinato, esta última legislatura el mensaje de la ministra de Igualdad ha sido claro: «las instituciones y toda la sociedad tenemos el deber de ser una mano tendida para todas las víctimas de violencia machista». Y son ya tantas las veces que Vox ha demostrado no tener disposición alguna de tender su mano a las mujeres víctimas de violencias machistas. Tantas son las veces que, de hecho, han demostrado que su intención es negarles la mano tendida en busca de ayuda, de acompañamiento, de reparación a estas mujeres, de observarlas caer al vacío con el brazo estirado, la punta de los dedos extendida, clavándoles una mirada impertérrita. Cada concejalía de Igualdad, cada punto violeta eliminado es una retirada de la mano tendida. Cada minuto de silencio por una mujer asesinada en la que se han apartado de la pancarta es una retirada de la mano tendida. Ser la única formación de toda la Cámara Baja que no apoyó la renovación del Pacto de Estado en el año 2021.

Mientras tanto, qué importante es hacer saber a las mujeres que no están solas, los recursos disponibles a los que pueden acceder sin necesidad de poner denuncia: el 016, el centro de mujeres de su barrio, los hospitales públicos, las farmacias, cada comercio que se identifica como punto violeta al que pueden acudir sin miedo… También, a colación del caso, el acompañamiento y la asistencia sanitaria a la que tienen derecho si deciden interrumpir voluntariamente su embarazo, sin culpa, sin estigma, sin coacción. Qué importante es repetir, hasta la saciedad, que no están solas. Que somos tantas las que estaremos siempre con la mano tendida para lo que necesiten. Que jamás, jamás les negaremos la suya si alguna vez nos la tienden.


Madrid –

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