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Manifestante en la decimosexta jornada de la tractorada — Carlos Luján / Europa Press

No hay tractores para las esclavas

Las sombras de la rojigualda que nadie quiere asumir: la esclavitud no se abolió en el siglo XIX


Hoy medio millar de tractores han cortado calles de Madrid trayendo a la capital del reino sus reclamaciones. Muchas de sus reivindicaciones son loables, especialmente la de los pequeños agricultores que luchan contra un Goliat que les aplasta y les exige más de lo que pueden dar. Sin embargo, desgraciadamente las banderas rojigualdas y de extrema derecha en algunos casos han acaparado la huelga de agricultores y han vaciado de contenido sus reclamaciones.

Entre los tractoristas hay de todo, desde grandes empresarios hasta pequeños autónomos que no llegan a fin de mes. Pero no podemos olvidar que los grandes terratenientes siguen explotando la tierra y a sus trabajadores, y también hay que hablar de eso en el día de hoy. A veces, como hemos conocido en las últimas horas y no es la primera vez que sucede abusan de sus trabajadoras hasta límites propios de esclavitud. La Policía Nacional liberó en Sevilla a 21 víctimas de explotación laboral que trabajaban en el campo y sin poder beber ni comer, además una de las cuales sufrió un aborto. Ese era el escalofriante titular. Estas temporeras migrantes no tenían voz ni derechos porque los derechos no son los mismos para todas por mucho que lo finja nuestra Constitución.

Hace unos días conocíamos también que el principal empresario agrícola de Mallén en Zaragoza tenía a personas de Senegal en situación irregular esclavizadas trabajando más de setenta horas la semana. Las personas migrantes no tienen derechos, son números y a veces ni eso, no hay más que mirar hacia el Mediterráneo para saberlo. La esclavitud en España se abolió 1870, pero algunos todavía a día de hoy siguen ejerciéndola y llenándose los bolsillos a costa de la miseria ajena ¿acaso no es así como se enriquecen los señoritos del campo? Los que tienen una suma importante de dinero y ganancias o bien las han heredado por sangre o las han obtenido por mano de obra barata o gratuita, por mucho que ahora se intente engañar con el término de la meritocracia.

Hoy los agricultores toman Madrid con sus protestas, y hacen bien, pero espero que no se olviden de hablar de los invisibles, de los que trabajan el campo como ellos, pero que por no tener no tienen ni el derecho a manifestarse.

Hace no mucho escuché a un señor que comentaba entre risas que «estos negros venían aquí porque querían un móvil y zapatillas caras». Es mejor y más sencillo no saber que huyen de guerras espantosas, es mejor engañarse y no hacerse las preguntas pertinentes. Este es el relato que mantiene la esclavitud de nuestros días, porque todos de alguna manera somos cómplices de un sistema que oprime a millones de personas para que gocemos de ciertos privilegios. Somos una sociedad racista y clasista que consume todo lo que quiere aunque no lo necesite a costa de que otros trabajen de sol a sol, somos una sociedad individualista que permite que atrocidades como las sucedidas en Sevilla o Zaragoza sigan permitiéndose. Faltan inspecciones laborales a diestro y siniestro y sabemos que la explotación laboral es el pan nuestro de cada día, incluso entre las personas no migrantes. Imaginen entonces cómo serán sus idas.

Se ha deshumanizado durante tanto tiempo a las personas migrantes que no se empatiza con su sufrimiento, pero creo que este tipo de agresiones y abusos deberían acaparar todas las portadas de los grandes medios de comunicación, todas las redes sociales y los videos de los influencers de turno. Lástima que no vaya a ser así, y que sigamos mirando hacia otro lado para que nuestra vida siga siendo cómoda y podamos seguir consumiendo a costa de sus lamentos. Supongo que habrá una bandera muy grande, tan grande como la de Colón de Madrid que tape todas nuestras vergüenzas como sociedad.


Madrid –

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