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Mundial de Rugby 1995 — Youtube

Rugby, Sudáfrica, Palestina

En tiempos de apartheid y bombardeos por parte de Israel merece la pena recordar los años de boicot internacional a Sudáfrica por su apartheid


Hoy sábado se juega en el Stade de France de París la final del Mundial de Rugby celebrado en Francia. Más de 80.000 espectadores llenarán las gradas para ver el choque entre Nueva Zelanda y Sudáfrica. Las dos potencias del sur lideran el ranking mundial y cada una ha ganado ya tres de las nueve finales habidas hasta la fecha, por lo que compiten por ser la primera nación en la historia en tener 4 títulos en su haber.

Estos dos equipos se encontraron también en la mítica final del Mundial de Rugby de 1995 que se jugó en Sudáfrica. Nelson Mandela, tal y como se muestra en la película Invictus (2009), desplegó una campaña para acercar el rugby a la población negra del país y diluir la imagen que hasta entonces se tenía de los Springboks —apodo por el que se conoce a la selección sudafricana— como uno de los símbolos de la supremacía blanca, pero sin hacer cambios drásticos en el equipo o su uniforme que pudieran ser percibidos como revanchismo por parte de la población blanca. Sudáfrica venció en una mítica final y la imagen de Mandela entregando la copa a François Pienaar, capitán de la selección, se convirtió en una imagen para la historia. El evento logró ser una forma de cerrar a través del deporte, de la ilusión compartida, algunas de las heridas abiertas en los años de apartheid. La política y el deporte dándose la mano para bien.

La poderosa imagen de Mandela entregando la copa a Pienaar cerraba una época muy difícil para el deporte sudafricano, que llevaba décadas sufriendo el boicot internacional como consecuencia del apartheid. Desde que en 1964 el Comité Olímpico Internacional retirara la invitación a Sudáfrica a participar en las olimpiadas de Tokio, las sanciones al régimen racista fueron contagiándose a más eventos deportivos, del atletismo al cricket pasando por los mundiales de ajedrez de 1970 y 1974. Pero sin duda la campaña de boicot más importante fue la que se enfrentó a los Springboks, dado su valor simbólico.

En 1969 se fundaba en Nueva Zelanda el colectivo Halt All Racist Tours (HART, Detened Todas las Giras Racistas) para protestar por las giras que los All Blacks neozelandeses realizaban en Sudáfrica y las de los Springboks en Nueva Zelanda, que prácticamente se turnaban de forma anual

En 1969 se fundaba en Nueva Zelanda el colectivo Halt All Racist Tours (HART, Detened Todas las Giras Racistas) para protestar por las giras que los All Blacks neozelandeses realizaban en Sudáfrica y las de los Springboks en Nueva Zelanda, que prácticamente se turnaban de forma anual. Las acciones del colectivo pronto alcanzaron gran impacto, consiguiendo que se suspendiera la gira de 1973 y que el boicot se extendiera a otros deportes, de forma que 30 países africanos solicitaron que Nueva Zelanda fuera excluido de las olimpiadas de Montreal de 1976 por no haberse sumado al boicot a Sudáfrica, negándose a acudir a dichas olimpiadas al no conseguir la exclusión. Sin embargo, apenas un año después las naciones de la Commonwealth llegaban al llamado “acuerdo de Gleaneagles”, por el que se comprometían a “desalentar el contacto y la competencia entre sus deportistas y organizaciones deportivas, equipos o individuos de Sudáfrica.”

Pese a dicho acuerdo los All Blacks seguían visitando Sudáfrica y recibiendo en su país a los Springboks entre crecientes protestas hasta llegar a la gira de 1981, que sería el punto de inflexión definitivo en la campaña. La primera protesta tuvo lugar en el mismo aeropuerto de Auckland al que llegaba la selección sudafricana y se fueron sucediendo durante los siguientes partidos con creciente intensidad.

En el tercer cruce entre las dos selecciones nacionales en Auckland, uno de los días más importantes de la gira, el estadio de Eden Park fue convertido en una fortaleza con barreras, alambradas y miles de policías. Lo que no esperaban es que las protestas llegaran también por el aire: apenas empezado el partido una pequeña avioneta con dos activistas antiapartheid comenzó a sobrevolar a baja altura el estadio. Primero lanzando folletos reivindicativos; luego, para susto de jugadores y directivos, simularon un aterrizaje en pleno terreno de juego; en tercer lugar, lanzaron bombas de harina envuelta en papel al campo.

En total hubo 200 manifestaciones en 28 ciudades distintas durante los 56 días que duró la gira, en las que participaron aproximadamente 150.000 personas, de las cuales 1.500 fueron acusadas con cargos como consecuencia. Entre ellas, Marx Jones, el piloto de la avioneta de Eden Park, fue condenado a 9 meses de prisión, de las que cumplió 6.

Después de eso nada fue igual. Cuando en 1987 Nueva Zelanda albergó la primera copa del mundo de rugby, la exclusión de Sudáfrica no tuvo ni que ser debatida, se daba por supuesto por todas las partes. Desde mediados de los años 80 Sudáfrica se convirtió en un paria para la comunidad internacional, no solo en lo deportivo pues el boicot se había extendido a muchos otros aspectos, lo que contribuyó decisivamente a la caída del régimen racista del apartheid. Tres décadas después Wynand Classen, quien había sido capitán de los Springboks en la gira del 81, reconocería en unas declaraciones a prensa que “fue una buena lección para todo el mundo, muchos sudafricanos se dieron cuenta de que las cosas tenían que cambiar”.

Veintiocho años después de la final en la que el primer presidente negro de Sudafrica pudo entregar el trofeo de campeones a los Springboks es posible que mucha gente joven haya escuchado muy poco sobre el apartheid y la campaña de boicot que ayudó a derribar ese terrible régimen racista, pero es muy importante que hoy, mientras Israel bombardea Gaza, hagamos memoria.

No es casual la comparación ni lo es que se utilice el término “apartheid” para definir el régimen de ocupación israelí y la situación de la población palestina. En palabras de Nelson Mandela «El apartheid es un crimen contra la humanidad. Israel ha privado a millones de palestinos de su libertad y de sus propiedades. Ha perpetuado un gran sistema de discriminación y desigualdad. Ha encarcelado y torturado sistemáticamente a miles de palestinos, en contra de las leyes internacionales. Ha emprendido una guerra contra la población civil y en particular, contra los niños».

En el año 2005, inspirados por la experiencia del movimiento antiapartheid, 170 sindicatos, partidos políticos, redes de personas refugiadas, organizaciones de mujeres, asociaciones profesionales, comités de resistencia popular y otros grupos de la sociedad civil palestina fundaron el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones —BDS— que, en sus propias palabras, “trabaja para terminar con el apoyo internacional a la opresión de los palestinos por parte de Israel y presionar a Israel para que cumpla con el derecho internacional”. Un ejemplo de lucha no violenta y en favor de los derechos humanos.

Partido entre Sudáfrica y Nueva Zelanda en 2022 — Youtube

En el momento actual es especialmente importante ser conscientes de la negativa de los gobiernos occidentales a establecer sanciones y un embargo de armas a Israel, pese a que las armas que se le suministran están siendo utilizadas para cometer un genocidio. La sociedad civil debe redoblar esfuerzos para forzar las sanciones oficiales, y el movimiento BDS demostró ser una herramienta poderosa en ese sentido.

Más información sobre la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS)


Madrid –

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