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Tejero en la misa-funeral de la hija de Franco — Youtube

Tejero, la abuela que fuma

Ahora, paradójicamente, el teniente coronel Tejero es el profe de Historia que tiene que salir a la palestra para confirmarnos de primera mano —alzada— cuál fue el papel de Juan Carlos I en el golpe


Yo creo que mucha gente pensaba que ya había muerto. Era una figura de calendario mediático cuya bigotuda imagen pegando tiros en el Congreso se rescataba cada 23 de febrero, para enseguida regresar al álbum de tapas negras del olvido. No gusta la derecha española de celebrar, salvo en la intimidad, a sus vencidos.

El caso es que Antonio Tejero, el provecto guardia civil golpista, se nos ha fugado estos días del ataúd de las efemérides, declarando en una entrevista a El Español de Pedro Jota el secreto a voces mejor guardado de la vergüenza española: nuestro rey de entonces, el gamberrete Juan Carlos I, fue uno de los inspiradores de una asonada que nos pudo conducir a una guerra civil, o a unos muertos, o a algo. Y qué bien supo rentabilizar el follantisco borbón su discutible fracaso.

«Yo al rey Juan Carlos lo jodí vivo —asegura el viejo furriel—. Él tenía preparado con Alfonso Armada —preceptor in pectore del rey y uno de sus mejores amigos— un gobierno a su gusto. Pero hacía falta un militar que diera el golpe. Ese fui yo. Es decir: lo mío era necesario para poner el gobierno de Armada y el rey. Sin embargo, cuando vi lo que iba a ser aquello lo anulé, lo paré —se refiere a que había rojos en el gobierno, como Felipe González—. Luego me traicionaron todos: el rey, Armada, Milans del Bosch…».

Como es habitual en todos los países civilizados, nadie le ha dado importancia a esta nueva evidencia sobre la participación de un jefe de Estado europeo en un golpe militar contra sí mismo y contra su democracia

Como es habitual en todos los países civilizados, nadie le ha dado importancia a esta nueva evidencia sobre la participación de un jefe de Estado europeo en un golpe militar contra sí mismo y contra su democracia. Todo el mundo sabía que la abuela fuma. De todas aquellas abuelas de entonces que aun fuman a escondidas en nuestra perfecta democracia, ha tenido que ser Tejero, la más principal de las antañonas del 23F, la que salga del armario con el puro golpista entre los labios ante los nietos de nuestra modélica Transición para desvestir a los borbones.

Como los españoles gozamos, ya se ha dicho, de una perfecta democracia, de una educación ejemplar sobre nuestra historia reciente, y de una prensa libre y modélica que no nos oculta ni pasteuriza la realidad, nuestros sucesivos gobiernos PSOE/PP han ido olvidándose de desclasificar los papeles secretos del 23F, supongo que frugales para nuestra colectiva sapiencia.

Una de las principales armas que ha utilizado nuestro fascismo para perpetuarse en primera línea de asonada, pareciendo aun así democrático, es la de eliminar de los programas curriculares de enseñanza media y superior las barbaridades fascistas de la pre-guerra civil, las alianzas de Franco con Hitler y Mussolini (que fueron los que le ganaron la guerra), la okupación de las tierras y bienes de los rojos a punta de sentencia y de pistola —como los israelíes en Palestina—, el atraso educativo, la censura a cualquier publicación libresca, cinematográfica, plástica o periodística que no ensalzara al Generalísimo, la emasculación de los recién conseguidos —y magros— derechos de las mujeres, la corrupción sistémica, la crueldad sistémica, la tancredez científica sistémica, los universitarios arrojados por las ventanas de Via Laietana o de la Dirección General de Seguridad, los bebés desaparecidos, Lorca, Miguel Hernández, Machado.

Como anomalía educativa europea, el franquismo desapareció en 1975 dejando un 9% de población analfabeta, según los propios datos del último ministerio de Educación franquista. En Cuba, ya hasta los loros sabían leer a Martí.

La república duró prácticamente lo mismo que el periodo entre la muerte de Franco y el golpe de Estado de Tejero, con un Bienio Negro de derechas auto-golpistas (como JuanCar) que detuvo todo progreso del 34 al 36. Así que los verdaderos republicanos solo gobernaron durante poco más de treinta meses. Eso tampoco lo estudiamos los españoles.

Nuestros profesores nos calificaban aquellos fugaces y convulsos 30 meses como república fallida, cuando en 30 meses no te da tiempo a fracasar nada, cuando las evidencias bibliográficas, a la sazón casi todas extranjeras, nos muestran con mucho dato y documento que la II República fue menos fallida que follada en su corta existencia. Para que os hagáis una idea, Pablo Casado (2018-2022) duró más que la república de los republicanos.

Ahora, paradójicamente, el teniente coronel Tejero es el profe de Historia que tiene que salir a la palestra para confirmarnos de primera mano (alzada) cuál fue el papel de Juan Carlos I en el golpe. O sea, que un teniente coronel golpista ha tenido que educarnos sobre algo que nuestros maestros y catedráticos nunca se han atrevido a incluir en los programas de estudio. Vale: ni tampoco les ha dejado el dique político/in-cultural PP/PSOE, empeñado en no dejarnos conocer nuestra propia historia al no  desclasificar unos documentos que nos pertenecen y necesitamos.

Con esto de la abuela Tejero saliendo a fumar borbonía golpista en público, varios grupos parlamentarios han saltado al unísono para pedir la desclasificación de los papeles secretos del 23F, a ver qué coño pasó. Son poco españoles. Y unos ingenuos.

La España patriótica se sustenta sobre la ignorancia de sí misma, como una madrastra de Cenicienta que soluciona su fealdad rompiendo el espejo. Somos una patria tan multicultural que creemos que solo la incultura podrá salvarnos de nosotros mismos. Nos aterroriza nuestra mayor riqueza.

Declaraba Otto von Bismark su admiración incondicional por el pueblo español con, más o menos, esta frase: “Los españoles son invencibles, llevan toda su Historia autodestruyéndose y todavía no lo han conseguido”. Tienen que venir un príncipe prusiano y un teniente coronel golpista de la Guardia Civil a enseñarnos nuestra Historia. Es una gran metáfora de la validez de nuestro sistema educativo y de nuestra hispánica y viril esencia. Pero hay quienes pensamos que, como democracia, somos como Pajares, Esteso y Torrente creyéndose latin-lovers. Pero no tenemos pruebas. No nos las dejan ver.


Madrid –

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