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Pedro Sánchez estrecha la mano de Andoni Ortúzar, flanqueados por María Jesús Montero y Aitor Esteban — Eduardo Parra / Europa Press

El acuerdo entre PSOE y PNV anticipa una legislatura de centro

El acuerdo entre PSOE y PNV, además de cimentar una alianza política estratégica, es una señal más —y una de singular fuerza— que indica que es muy posible que hayamos pasado de la legislatura más de izquierdas a una legislatura de centro sin hacer ninguna parada intermedia


El pasado viernes, después de cerrar los apoyos de Junts y Coalición Canaria, Pedro Sánchez amarraba los últimos cinco escaños que necesita para ser presidente —suponiendo, claro, que gane el SÍ en la consulta a las bases que Podemos ha lanzado hasta el martes a medianoche— y lo hacía mediante un apretón de manos con Andoni Ortúzar, presidente del Euzkadi Buru Batzar (máximo órgano de dirección del PNV). En un gesto político al máximo nivel que Sánchez no quiso tener con los líderes de Bildu, ERC o Junts, el presidente del Gobierno en funciones y candidato a la investidura designado por Felipe VI rubricó en persona —con foto para los medios incluida— el acuerdo con el que fuera durante casi una década director general de la televisión y radio pública vasca, EITB, y desde 2013 jefe supremo de los jeltzales.

El PSOE y el PNV se llevan bien. Con una derecha españolista que se ha vuelto antisistema y una derecha catalana que se ha vuelto independentista, el PSOE y el PNV —junto con la monarquía, los jueces y el ejército— son las únicas piezas que todavía se mantienen en pie del sistema político del turno fraguado allá por el año 1978 y estabilizado definitivamente con la victoria de Felipe González en 1982. Antes de la crisis financiera de 2008 y la consecuente crisis de representación política que se hizo visible de forma explosiva con las movilizaciones del 15M de 2011, el sistema de partidos que había proporcionado algo más de tres décadas de estabilidad política a España no se basaba únicamente en el reparto simbólico de papeles entre los dos grandes partidos dinásticos españoles, PSOE y PP. Esto solo garantizaba la estabilidad cuando había mayorías absolutas de alguno de los dos. Cuando no las había, sin embargo, el sistema del turno se apoyaba en los partidos alfa de los respectivos subsistemas políticos de Euskadi y Catalunya, el PNV y CiU. Esto no era difícil de hacer ya que PP, PSOE, PNV y CiU compartían los consensos básicos que daban estabilidad al sistema emanado del régimen del 78: la pertenencia a la OTAN, y por lo tanto la subordinación geoestratégica a los intereses de EEUU, el apuntalamiento de la monarquía aunque alguno de estos partidos se pueda permitir ser verbalmente republicano, el sistema autonómico como mecanismo de reparto de competencias, recursos y poder entre las élites españolas, catalanas y vascas, la aceptación de la subordinación productiva del Estado español en el esquema asimétrico de la Unión Europea y un no cuestionamiento de las bases del sistema capitalista ni de los privilegios de sus élites extractivas.

El PSOE y el PNV son además objetos políticos bastante parecidos, el uno en el conjunto de España y el otro en el ámbito electoral vasco. Ambos buscan situarse en el centro ideológico, garantizando la plusvalía de las clases parasitarias al tiempo que llevan a cabo una tímida agenda de construcción de servicios públicos para mantener la paz social. Ambos despliegan un discurso que busca la máxima transversalidad en cada uno de sus espacios electorales, un discurso «atrápalotodo» como a veces se suele decir. Y ambas organizaciones son —sobre todo— una maquinaria engrasada para acceder al poder político y garantizar la producción y reproducción de sus cuadros en los diferentes lugares de la administración.

El PSOE y el PNV se llevan bien. Con una derecha españolista que se ha vuelto antisistema y una derecha catalana que se ha vuelto independentista, el PSOE y el PNV —junto con la monarquía, los jueces y el ejército— son las únicas piezas que todavía se mantienen en pie del sistema político del turno fraguado allá por el año 1978

¿Pero qué significa el acuerdo entre Sánchez y Ortúzar de cara a la nueva legislatura que empieza?

En primer lugar, hay que recordar que hablamos de un acuerdo que el PNV tiene toda la fuerza parlamentaria necesaria para hacer cumplir. Como ya hemos repetido aquí en numerosas ocasiones, si en la legislatura anterior existía una mayoría progresista y de izquierdas de más de 176 escaños, después de las elecciones del 23 de julio esto se ha perdido. En el nuevo Congreso de los diputados el PSOE no puede aprobar ningún texto legislativo si así no lo quieren Junts y el PNV; dos fuerzas de derechas en lo económico. En segundo lugar, hay que señalar que estamos hablando del acuerdo político más extenso —si no incluimos el acuerdo PSOE-Sumar— y el más concreto —incluyendo el acuerdo PSOE-Sumar— de todos los que han firmado los socialistas hasta ahora; lo cual significa que estamos ante el acuerdo con mayor capacidad de condicionar la agenda material de políticas públicas del próximo gobierno… esto es, condicionarla en la dirección ideológica marcada por el PNV. Esta capacidad de dirección ideológica del partido conservador de Andoni Ortúzar, además de blindarse por el hecho de que sus cinco escaños son indispensables para el PSOE en el Parlamento, también se apuntala mediante varias cláusulas que aparecen en el documento firmado: la obligación de pactar una cláusula foral en todas las leyes que afecten a las competencias de la CAV, la obligación de que el PNV conozca y negocie previamente a su aprobación en el Consejo de Ministros el contenido de cualquier Decreto-ley o la información por parte de la Comisión Bilateral de Cooperación entre el gobierno de España y el gobierno vasco de cualquier texto legislativo durante el periodo de información pública.

Por último, y sin hacer una lista exhaustiva, podemos citar dos compromisos concretos para tener una idea de la orientación económica que el PNV se ha asegurado de imprimir durante la nueva legislatura: el que tiene que ver con la gestión de la Seguridad Social —muy particularmente, de las pensiones— y la concertación con las haciendas forales vascas del nuevo impuesto que deberá garantizar un tipo impositivo mínimo del 15% sobre los beneficios de las sociedades en transposición de la directiva europea 2022/2523. Teniendo en cuenta la defensa por parte del PNV de la privatización del sistema público de pensiones mediante el fomento de los planes privados, ya sean individuales o de empresa, no resulta sorprendente que los dos sindicatos mayoritarios —UGT y CCOO— hayan emitido un comunicado conjunto manifestando su preocupación ante dicho acuerdo. Por otro lado, la protección por parte del PNV de las grandes multinacionales con sede fiscal en Euskadi, como Petronor, el BBVA o Iberdrola, así como su afición a las puertas giratorias —de las cuales quizás su máximo exponente sea Josu Jon Imaz, que fue presidente del PNV durante cuatro años y hoy es consejero delegado de Repsol, matriz de Petronor—, tampoco auguran grandes posibilidades de articular la gestión de la nueva tasa desde una perspectiva redistributiva de izquierdas.

El acuerdo entre el PSOE y el PNV, además de cimentar una alianza política estratégica en la que los de Sánchez garantizan la gobernabilidad de los de Ortúzar en Ajuria Enea y éstos corresponden garantizando la permanencia de los socialistas en Moncloa, es una señal más —y una de singular fuerza— que indica que es muy posible que hayamos pasado de la legislatura más de izquierdas que ha vivido nuestro país a una legislatura de centro sin hacer ninguna parada intermedia.


Madrid –

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