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Irene Montero, Ione Belarra e Isa Serra en la manifestación de apoyo a Palestina de ayer sábado en Madrid — Dani Gago

Izquierda en el Parlamento y en la calle

La única forma de mantener abierta la opción de torcerle la mano al bloque centrista PSOE-Sumar mientras los conservadores catalanes y vascos tiran de él hacia la derecha es mediante una acción concertada en el Parlamento y en la movilización social


A la espera de que Pedro Sánchez anuncie este lunes —no antes, según sus periodistas de confianza Carlos Cué en El País y Esther Palomera en eldiario.es— los nombres y apellidos de las personas que van a conformar su próximo Consejo de Ministros, el pasado viernes quedó, sin embargo, completamente clara una de las características políticas fundamentales que van a definir al nuevo Ejecutivo mucho más que la lista concreta de ministros y ministras: la expulsión de la izquierda transformadora del mismo. Hacía muchos meses que ya era evidente que Pedro Sánchez iba a expulsar a Podemos del Gobierno con la ayuda de Yolanda Díaz, pero no ha sido hasta este viernes cuando ha llegado la confirmación definitiva en la forma de una maniobra tácticamente desastrosa con la que el PSOE y Sumar se han llevado por delante al economista Nacho Álvarez. La violencia de la «oferta» que Díaz hizo llegar a los morados y filtró a los pocos minutos al digital de Ignacio Escolar, proponiéndoles imponer de forma autoritaria un nombre de su gusto para la cuota Podemos —algo que no se ha hecho con ninguno de los demás partidos de la coalición— y añadiendo a ello las exigencias de que los morados se comprometieran a (1) apoyar en el Parlamento cualquier medida proveniente del Gobierno independientemente de su contenido, (2) acatar en todas las votaciones la disciplina de Sumar, (3) aceptar la línea comunicativa de Sumar y nunca criticar a los rosados y (4) acudir a todas las futuras citas electorales —incluyendo las elecciones europeas de junio— integrados en Sumar, dejó perfectamente claro que la decisión de Sánchez y Díaz de expulsar a Podemos del Gobierno no es un detalle más, sino que forma parte de una firme y continuada estrategia de eliminación política.

Consumado definitivamente este hecho y descartando así la posibilidad de que se puedan impulsar políticas de izquierdas desde el Gobierno al haber renunciado Yolanda Díaz explícitamente a cualquier tipo de batalla con el PSOE, la izquierda política y social solamente tiene dos vías para poder impulsar su agenda en los próximos meses: el parlamento y la calle. Teniendo en cuenta la voluntad declarada de Pedro Sánchez de no llevar a cabo ningún tipo de reforma ambiciosa en esta legislatura y habiendo aceptado Sumar su papel como fuerza subordinada al PSOE, recordando además que no existe una mayoría parlamentaria progresista y de izquierdas en estos momentos en el Congreso al requerirse los votos de dos partidos de derechas —el PNV y Junts— para aprobar cualquier iniciativa, es obvio cuál es el papel que tiene que jugar la izquierda si quiere tener la más mínima posibilidad de evitar que la nueva legislatura sea una legislatura de centro, en la cual no se avance absolutamente nada en justicia social o incluso se den pasos atrás. La única forma de mantener abierta la opción de torcerle la mano al bloque centrista PSOE-Sumar mientras los conservadores catalanes y vascos tiran de él hacia la derecha es mediante una acción concertada en el Parlamento y en la movilización social.

En el Congreso, Podemos —expulsado del gobierno y ya completamente autónomo de Sumar— controla 5 escaños que, junto a los 7 de ERC, los 6 de Bildu y el del BNG, conforman un bloque de 19 votos que es mayor que los 12 del bloque Junts-PNV

En el Congreso, Podemos —expulsado del gobierno y ya completamente autónomo de Sumar— controla 5 escaños que, junto a los 7 de ERC, los 6 de Bildu y el del BNG, conforman un bloque de 19 votos que es mayor que los 12 del bloque Junts-PNV. Este bloque de izquierdas puede ejercer su fuerza para negociar cada una de las leyes que lleguen al Parlamento, pero es evidente que está operativa va a tener en contra no solamente a la derecha mediática sino también a la progresía mediática, que empezará pronto a defender la inacción del gobierno PSOE-Sumar denunciando cualquier reclamación de avance social como un «ataque al Gobierno» y como «hacerle el juego al PP y VOX». Si el lector o lectora cierra los ojos, podrá escuchar fácilmente en su cabeza las futuras homilías matutinas de Àngels Barceló afeando a los partidos de izquierdas que no traguen con la medida cosmética de turno del gobierno PSOE-Sumar con el argumento de que eso favorece a la derecha y a la extrema derecha. Por ello, no basta en la nueva época con la acción parlamentaria sino que la izquierda social también tendrá que movilizarse en las calles para contrarrestar la operativa pro-oligárquica del poder mediático y aumentar así las probabilidades de que se puedan ganar algunas votaciones en el hemiciclo al bloque PSOE-Sumar y a sus aliados de derechas del bloque Junts-PNV.

Esto es lo que toca en los próximos meses: parlamento y calle. Pero es lo que toca no por propia voluntad estratégica, sino porque es la única opción que Sánchez y Díaz han dejado a la izquierda transformadora al haber decidido de forma irresponsable expulsarla del Gobierno. Obviamente, la izquierda debe ahora dar la batalla en esos dos escenarios, pero no se debe contentar en el medio plazo con eso. La época política en la que, para la izquierda, era suficiente con ser un pequeño actor parlamentario apoyado en la movilización social ha quedado, afortunadamente, en el pasado. La voluntad de gobierno y de dirección de Estado que Podemos trajo al ámbito de la izquierda se ha revelado en estos años como algo crucial para que la amplitud y la profundidad de las transformaciones puedan ser mucho mayores. Pero, como comprobamos en 2019 y como Sánchez y Díaz han vuelto a demostrar con su maniobra de expulsión de Podemos del Gobierno, la única forma de que la izquierda transformadora acceda al Ejecutivo es mediante la acumulación democrática de fuerzas que permita obligar a la progresía a aceptar ese escenario que aborrece. La batalla en el parlamento y en la calle también sirve para eso.


Madrid –

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