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Parar el genocidio, evitar la guerra

Si hoy asistimos a una preocupante escalada bélica en Oriente Medio es porque Israel se ha embarcado en uno de los más pavorosos genocidios de las últimas décadas, pero también porque EEUU y la UE no han hecho nada para evitarlo


En la noche del pasado sábado y como respuesta al ataque contra su embajada en Damasco que acabó con la vida de siete personas, incluyendo militares de alto rango de la Guardia Revolucionaria, Irán lanzaba 170 drones, 30 misiles de crucero y 120 misiles balísticos sobre Israel.

A pesar de que el imponente sistema de defensa antimisiles israelí llamado «Cúpula de Hierro» (Iron Dome, en inglés) —asistido por sistemas complementarios desplegados por Estados Unidos y Reino Unido en los buques que estos dos países desplazaron recientemente a la zona— consiguieron destruir el 98% de los artefactos y los daños materiales y humanos han sido mínimos, a nadie se le escapa que la escalada bélica en Oriente Medio ha cruzado una nueva y significativa línea. En primer lugar, porque hace décadas que Irán no atacaba directamente a Israel en lugar de hacerlo a través de sus operativos afines en Líbano, Siria u otros países de la región. Pero también por el significado político y comunicativo que reviste el ataque iraní. Del mismo modo que el asesinato por parte de Israel de los siete trabajadores de la ONG del chef José Andrés, con su tez blanca y su pasaporte occidental, tuvo un impacto muchísimo mayor en el ecosistema mediático y político de los países ricos que el asesinato diario de muchísimos más de siete civiles palestinos en Gaza, no es lo mismo contemplar los bombardeos y la destrucción a la que el ejército genocida de Israel nos tiene acostumbrados en la Franja, no es lo mismo ver como llueve fuego sobre los ciudadanos de un país pobre y oprimido, que contemplar el estallido de decenas de misiles sobre los cielos de Tel Aviv, una rica metrópolis llena de rascacielos de cristal y muy parecida a cualquier gran urbe europea o norteamericana. Quizás los drones y los misiles iraníes no consiguieron, esta vez, traspasar la Cúpula de Hierro, pero no es un hecho menor que hayan surcado aproximadamente 1000 km desde su lanzamiento hasta su objetivo —cruzando los cielos de Irak, Siria, Jordania y Líbano— y hayan estallado pocos metros por encima de las cabezas de millones de ciudadanos de clase media de un país rico y aliado histórico del hegemón norteamericano.

Tras este inédito ataque, la guerra parece mucho más cerca de casa y muchos se preguntarán ahora cómo hemos llegado hasta aquí. La respuesta es dura pero no es difícil de encontrar.

Obviamente, la situación actual de escalada bélica en Oriente Medio —ejemplificada por el ataque del pasado sábado de Irán sobre Israel, pero también por la reciente captura de un buque en el estrecho de Ormuz, por los intensos combates entre Israel y Hizbolá en territorio sirio y libanés o por los ataques de los hutíes de Yemen sobre los cargueros mercantes que todavía se atreven a utilizar la ruta del Mar Rojo— tiene como origen el brutal genocidio que el gobierno sionista de Netanyahu lleva ya más de seis meses perpetrando en la Franja de Gaza. De hecho, resulta sencillamente inconcebible imaginar que el asesinato masivo de aproximadamente el 2% de la población de la Franja en clave de limpieza étnica no iba a tener consecuencias en la estabilidad de la región. Como es evidente, cuando un país se embarca en el genocidio más sangriento del siglo XXI con el objetivo de exterminar físicamente a una población, es imposible que esto no tenga efectos políticos y militares en todos aquellos países y que tengan un mínimo de empatía y de hermandad con el pueblo masacrado.

Tras este inédito ataque, la guerra parece mucho más cerca de casa y muchos se preguntarán ahora cómo hemos llegado hasta aquí. La respuesta es dura pero no es difícil de encontrar

Y, si es absolutamente evidente que la escalada bélica en Oriente Medio tiene su origen en el genocidio de los palestinos de la Franja de Gaza, es igualmente obvio que no solamente Israel tiene una importante responsabilidad. Si aceptamos el relato occidental hegemónico que dibuja a los Estados Unidos, a la OTAN y a la Unión Europea como los defensores planetarios de la libertad, la democracia, el derecho internacional y los derechos humanos, entonces, lo que tendrían que haber hecho en los primeros días de la operación militar de Israel en Gaza, en cuanto todo el mundo pudo comprobar su naturaleza de crímen contra la humanidad, es implementar inmediatamente todo un paquete de acciones diplomáticas, económicas y militares para detener a Netanyahu y frenar la matanza de palestinos. Sin embargo y para vergüenza eterna del mundo rico, lo que hizo Estados Unidos y todos y cada uno de los países de la Unión Europea fue todo lo contrario: mientras limpiaban su imagen con tímidos llamamientos a garantizar la ayuda humanitaria y la protección de los civiles, siguieron dando toda la cobertura material y económica a Israel y para que pudiera proseguir con los asesinatos masivos.

Si hoy asistimos a una preocupante escalada bélica en Oriente Medio y nuestros países reciben a través de las pantallas preocupantes señales de que la guerra está cada vez más cerca de casa es porque Israel se ha embarcado en uno de los más pavorosos genocidios de las últimas décadas, pero también porque Estados Unidos y la Unión Europea no han hecho nada para evitarlo.

Nada se puede esperar del gigante norteamericano, con su larga historia imperialista y de agresión bélica por todo el planeta. Pero algo deberíamos exigir los europeos a los líderes de nuestro continente, cada vez más alejados de los principios fundacionales de la Unión Europea. El próximo 9 de junio hay elecciones al Parlamento Europeo en los 27 estados miembro. Como parece que las Ursula von der Leyen y los Josep Borrell no han querido escuchar hasta ahora a la gente que se manifiesta por la paz en las calles, no nos va a quedar más remedio que enviarles un mensaje que sí sean capaces de entender a través de las urnas.


Madrid –

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