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Los complejos sionistas de la izquierda alemana

Los complejos sionistas de la izquierda alemana

Los llamados «antialemanes» influyen ya en buena parte de la izquierda en Alemania, que no quiere ni oír hablar del posible genocidio en Gaza. La culpa como eje para justificar crímenes de guerra en nombre de Occidente, de la razón y la iluminación


La carta que los empleados de la Fundación Rosa Luxemburgo en Palestina y Jordania enviaron estos días a las oficinas y asalariados de dicha organización por todo el mundo apela de lleno al problema que la izquierda alemana vive en estos días. «No hay lugar para ambigüedades ante el genocidio», escriben y subrayan la urgencia: «Hemos sido testigos de un genocidio continuo en Palestina que nos afecta tanto como palestinos como empleados de la Fundación Rosa Luxemburgo.» Los empleados sienten «que se están reprimiendo nuestros derechos fundamentales, nuestra capacidad para expresar nuestro dolor se está silenciando». Lamentan que «nuestra sede central aún no ha condenado de manera inequívoca el genocidio continuo en Palestina» y aseguran que para ellos «este silencio es inquietante, especialmente porque tenemos colegas palestinos y socios que viven en Gaza.»

Los empleados de dicha fundación, que recibe financiación estatal gracias al partido de izquierda Die Linke, se preguntan en la misiva: «¿Cómo puede conciliarse este silencio con nuestro compromiso compartido por la justicia y la lucha contra la opresión? ¿Cómo puede una organización que siempre se ha opuesto a la injusticia y la opresión dudar en tomar una postura decidida contra estos graves crímenes cometidos contra nuestro pueblo?» En vano esperaron en los últimos días a que la fundación se uniese a la ola mundial de solidaridad con la causa palestina, explican. «Como defensores del socialismo, creemos que hay un deber moral de estar del lado correcto de la historia, más allá de todos los obstáculos que podamos enfrentar.»

La misiva fue publicada por el diario junge Welt y sigue así: «Es una amarga ironía que se le dé un espacio incondicional a las voces israelíes, percibidas por nuestro pueblo como las voces de los opresores y ocupantes, mientras que las voces de los ocupados son silenciadas.» No es, de hecho, la primera vez que esto sucede. «Occidente aplica un doble rasero,» explican, cuando se habla de «la falsa equivalencia, una narrativa que retrata erróneamente a «ambas partes» como iguales y oculta la masiva asimetría de poder entre el Estado de Israel y la dispersa población palestina. No son iguales; uno domina, el otro es dominado; uno coloniza, el otro es colonizado.»

La Fundación, por su parte, había emitido un comunicado el diez de octubre, que también se puede consultar en español, en el que lamenta que «la renovada escalada de violencia en Israel y Palestina es la manifestación del fracaso político para encontrar una solución de paz justa y duradera a un conflicto que dura décadas.» Además, la fundación hablaba en nombre de ellos: «Junto con nuestras y nuestros colegas de las oficinas de Tel Aviv y Ramala y muchas organizaciones contrapartes, llevamos años haciendo campaña en el lugar para poner fin a la lógica de la violencia.» La Fundación asegura que «las personas a ambos lados de las barreras y los puestos de control necesitan paz, justicia social, plenos derechos de participación democrática, igualdad y solidaridad.» Y asegura que «para ello, el fin de la política de ocupación israelí, contraria al derecho internacional, y de la construcción de asentamientos en Cisjordania es tan indispensable como el fortalecimiento de una sociedad civil secular y democrática, por la que trabajamos en Israel y Palestina.»

Caza de brujas verde contra la solidaridad pro-Palestina

Esta equidistancia, que se articula desde la izquierda en forma de una solidaridad universal pacifista y antimilitarista, que ni por asomo se mantiene en otros conflictos —el de Ucrania es paradigmático— impera estos días en la mayor parte de la izquierda alemana. Uno de los motivos no es ni siquiera la convicción ideológica, sino el oportunismo y el temor a ser denunciado en la caza de brujas contra el movimiento de apoyo a Palestina, que convierte todo lo que toca en «Judenhasser», que se traduce como «odiador de judíos» o antisemita. Con consecuencias no solo laborales sino también legales.

El Ministro de Energía del partido verde Die Grünen, Robert Habeck, amenazó el miércoles a la izquierda que se manifiesta a favor de detener el genocidio en Gaza. En un discurso publicado en la red social X, afirmó que «esa izquierda debería revisar sus argumentos y desconfiar del mito de la gran resistencia palestina». Dijo que le «preocupa el antisemitismo en partes de la izquierda política, me refiero a activistas anticoloniales». Para luego advertir de que «el anticolonialismo no debe conducir al antisemitismo». Para Habeck, «el argumento de las ‘dos partes’ nos lleva a la confusión: Hamas es una organización terrorista asesina que lucha por la destrucción del estado de Israel y el asesinato de todos los judíos».

En dicho discurso, el Ministro verde se refería al supuesto antisemitismo que se había vivido en las protestas pro palestinas: «La magnitud que han alcanzado las manifestaciones islamistas en Berlín y en otras ciudades alemanas es inaceptable, y debemos darle una respuesta política firme», aseguró, metiendo así en el mismo saco a islamistas (musulmanes radicales), otros musulmanes, activistas internacionales y todo aquel que se muestre a favor de Palestina, entre los que se cuentan no pocos judíos. El ministro aseguró que no es aceptable quemar la bandera de Israel y celebrar los ataques contra Israel, algo que pocos negarán. Sin embargo, hay personas también en círculos de izquierda, que sin haber acudido a las manifestaciones, tienen una idea preconcebida debido a este desprestigio constante y a no diferenciar entre una crítica a Israel lógica y alguna protesta que, de hecho, fue antisemita.

El jueves, además, la Ministra del Interior, Nancy Faeser (SPD), anunció la prohibición de la organización palestina islamista Hamas y la red pro-palestina Samidoun. Según datos del propio Ministerio, la medida afecta a alrededor de un centenar de personas. Tan solo en las dos manifestaciones bajo el lema “Con el sur global” realizadas a pesar de la prohibición participaron al menos 10.000 personas y en presencia de Diario Red no se fomentó en los eslóganes la violencia, sino más bien la liberación de Palestina. Asimismo, han reiterado que aquel que destaque con actos “antisemitas” podrá perder la nacionalidad o ser deportado por ello. Si se tiene en cuenta la amplitud de dicho concepto, que abarca en la práctica cualquier crítica a Israel, queda de manifiesto que quieren expulsar de las calles a los pocos protestan más que perseguir a extremistas radicales violentos. Para los alemanes que se acerquen a estas manifestaciones, el Ministro verde ha prometido “mano dura” con multas y procesos judiciales.

Antisemitismo: en Ucrania no, en la resistencia palestina sí

Robert Habeck, que, como el resto de su partido verde, en Ucrania no ha tenido problema alguno con el antisemitismo rampante en el ejército y la adoración estatal a un asesino de judíos como fue Stefan Bandera, alabó a la sección alemana de la organización ecologista «Fridays for Future» por distanciarse de la solidaridad con Palestina de Greta Thunberg. Ello demuestra, según Habeck, que dicho grupo en Alemania «es más que respetable». Un ejemplo para el resto, que debería abandonar su solidaridad con Palestina y ser tan solo solidario con Israel, como hace el estado y casi toda la sociedad alemana en estos momentos. Tanto, que se llega a despedir a quien no comulgue. Es el caso de Udi Raz, una doctoranda judía que trabajaba hasta ahora en el Museo Judío de Berlín y ha sido despedida por mencionar el Apartheid en Israel. El diario sensacionalista Bild escribió en su titular que el museo «echó a un odiador de Israel». No es el único caso.

La política del partido verde Aminata Touré, diputada en el parlamento de Schleswig-Holstein, despidió a su secretaria de estado Marjam Samadzade por haber criticado a Israel en su perfil de Instagram privado. La escritora judía alemano-estadounidense Deborah Feldman, educada por una superviviente del holocausto, le leyó la cartilla a Habeck en directo en un programa de televisión: “Mi opinión es que lo que podemos aprender del holocausto es la defensa de los derechos humanos para todos sin condiciones”. Para seguir: “Estoy indignada de ver cómo solo se puede ser un judío respetable en este país cuando se está de acuerdo con la política de extrema derecha de Netanyahu”. Declaraciones como la suya dejan frío al gobierno. 

El miércoles, de hecho, con la masacre en Gaza en todo su apogeo y el aumento de las críticas a Israel por todo el mundo, el canciller alemán Olaf Scholz del partido socialdemócrata SPD, no tenía otra idea que llamar al Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, por teléfono para expresarle «la inquebrantable solidaridad de Alemania con Israel”. El Canciller dice que comunicó a Netanyahu “la importancia de proteger a los civiles y garantizar la asistencia humanitaria a la población en la Franja de Gaza”. Scholz “también expresó su aprobación por la apertura del cruce fronterizo de Rafah entre la Franja de Gaza y Egipto para la atención de personas heridas”. Como si se tratase de una situación normal y ya está. Era eso lo que Scholz tenía que decir al régimen de Israel después de los más de cuatro mil menores muertos en los bombardeos de lo que algún político del gabinete del propio Netanyahu ha llamado sin parpadear “animales humanos” en Gaza. El uso de fósforo blanco, nada. Alemania sigue con Israel hasta el final, haga lo que haga, crímenes de guerra incluidos, castigo colectivo a más de dos millones de personas a quien han cortado el agua, la electricidad y dejan entrar muy pocos insumos. Hasta Estados Unidos ha pedido “una pausa humanitaria”, no así Scholz.

Esto último no ha salido en los medios que, por supuesto, marchan en su mayoría también en Alemania al mismo son que la política. En especial la televisión pública ha quedado en entredicho después de que la web Nachdenkseiten sacase a la luz un documento “de uso interno” en el que se explica a los moderadores y periodistas cómo han de informar sobre el conflicto. El departamento de censura, de otro modo no se le puede llamar, recomienda hablar tan solo de la guerra de Hamas contra Israel o del ataque de Hamas contra Israel. Cuando se informe sobre las acciones del ejército israelí en Gaza se recordará siempre que es una reacción al ataque de Hamas y que en el pasado éste siempre se ha dirigido contra objetivos militares. Los informativos siguen este esquema, si no es un documento real, describe muy bien cómo informan.

La izquierda pro-sionista: los “Antialemanes”

Para algunos historiadores marxistas, el partido socialdemócrata abandonó sus principios hace un siglo. El partido verde tampoco es un partido de izquierdas, como se demuestra por enésima vez en la guerra de Israel y Palestina. Pero, ¿Por qué Die Linke no muestra una postura más clara en relación a la lucha del pueblo palestino? ¿Qué mecanismos operan en la sociedad alemana para impedir poder ejercer la solidaridad con el oprimido? Sin duda, la influencia de organizaciones como el Consejo Central Judío es fundamental para activar el mecanismo de culpa colectiva por el holocausto, que posibilita mirar hacia otro lado cuando son los israelíes quienes cometen crímenes. Pero también hay una influencia específica de algo meramente alemán llamado “los anti-alemanes” o Antideutsche.

“Lo que se conoce como el movimiento anti-alemán (amtideutsche bewegung) es una rareza dentro de la izquierda occidental que apenas existe en otro lugar y en realidad no se puede separar de los desarrollos históricos específicos de la nación alemana, habiendo surgido en conexión con el declive de los estados socialistas y la anexión de la RDA”, explica a Diario Red el periodista del diario junge Welt y politólogo Daniel Bratanovic. “Como corriente política, es por ello, muy nueva y su carácter específico surge del movimiento “Nunca más Alemania” con el que se articuló el miedo a un cuarto reich, basado en la suposición para nada injustificada de que una Alemania reunificada podría, de nuevo, ser una amenaza para el resto de Europa de nuevo”, resume el redactor responsable de las páginas de contexto. “Por otro lado, era un grupo de personas de izquierdas críticos con el movimiento pacifista durante la primera guerra del golfo”, sigue con su explicación, “que criticaron a Irak por bombardear a Israel, que provocó una forma de solidaridad relacionada con los crímenes históricos de Alemania”. 

El fenómeno se dio en la izquierda occidental del país reunificado y surgió de movimientos radicales como la Liga Comunista (Kommunistische Bund), parte de los cuales después se pasaron al partido verde Die Grünen y otros se opusieron a las ideas que allí se comenzaron a incubar, como la que fue portavoz de interior de Die Linke, Ulla Jelpke, que se fue al partido PDS, o el periodista Knut Mellenthin. Éste último, a la vista de las posiciones que se tomaban en relación a Oriente Medio afirmó que con esa posición “pueden irse a las Bahamas”. Y así fue como en 1992 surgió la revista «Bahamas», el bastión del movimiento Antideutsche en un principio. Después se sumó el semanario jungle World, una escisión del diario junge Welt debida a las posiciones con respecto a Israel, pero también sobre otros temas, en especial del tratamiento sobre las repúblicas ex-socialistas.

Los «anti-alemanes» tienen una visión positiva del sionismo como un movimiento de liberación nacional del pueblo judío y argumentan que Alemania y occidente debería aprender de la experiencia colectiva de las cooperativas-comunas “Kibbuz” para alcanzar el socialismo, en lugar de repetir los errores del nacionalismo alemán. Esta izquierda ignora el contenido nacionalista y racista de la idea originaria Sionista, que personalidades como la antifascista y víctima del holocausto Esther Bejarano, que fue sionista convencida y emigró a Israel, pero cuyo error reconoció a posteriori, como contó en una entrevista con el diario junge Welt que tradujo al castellano Diagonal y en su libro de memorias. En todo caso, los anti-alemanes argumentan asimismo que nuestra cultura occidental sería superior o más avanzada por los derechos sociales, de ahí que lleguen a justificar crímenes de guerra en pos de la ilustración o la razón.

La posición pro-sionista domina el país

Los anti-alemanes han sido una movimiento sectario dentro de la izquierda alemana. Sin embargo, la nueva dimensión del conflicto entre Israel y Palestina ha dejado de manifiesto cómo sus posiciones han pasado a ser mayoritarias de forma tácita en la mayor parte de la izquierda. El partido Die Linke, por otro lado en una profunda crisis, permanece muy silencioso mientras tiene lugar el genocidio en Gaza. En una resolución del pasado 28 de octubre una resolución de dicho partido hablaba de que “el terrorismo de Hamas afecta a la población israelí y también a la población civil en Gaza, especialmente cuando se establecen instalaciones militares cerca de la infraestructura civil”. Y seguía con la equidistancia mencionada más arriba: “Es necesario hacer todo lo posible para evitar la muerte de más personas inocentes, ya sean israelíes o palestinos. El gobierno alemán y la comunidad internacional deben presionar a Egipto y comprometerse a brindar apoyo para que Egipto abra sus fronteras a las personas que huyen, incluyendo mujeres, niños y ancianos de Gaza”. En las manifestaciones en defensa de Palestina hasta el momento solo protestaron de forma visible en Berlín, que Diario Red alcanzase a ver, el grupo de dicho partido del barrio de Neukölln, una de las zonas más interculturales y uno de los grupos del partido más comprometidos y activos, que llevaron su propia pancarta.

La política Sahra Wagenkecht, muy criticada por la izquierda debido a sus posiciones nacionalistas, conservadoras y de restricción de la inmigración, ha sido sin embargo, una de las pocas figuras destacadas en pedir consecuencias para las acciones del gobierno de Israel. Tras pedir que se parasen los envíos de armas a Netanyahu se la criticó hasta tal punto que la revista satírica Titanic la sacó en la portada con un pañuelo palestino. Aparte de una parte menguante de Die Linke y de Wagenkecht, los partidos comunistas MLPD, DKP y KO también defienden al pueblo de Israel, aunque su existencia es anecdótica.

Por otro lado, colectivos aún más modestos pero bien conocidos, como los centros autogestionados de Hamburgo “Rote Flora” o el centro “Autonomes Zentrum” de Colonia han asumido el discurso de solidaridad incondicional con Israel. “Liberar al mundo de Hamas”, colgó en una pancarta el centro Rote Flora en su fachada. Pero también aquí encontramos excepciones como el casi único centro autogestionado que queda en la calle Rigaerstraße, otrora uno de los centros del movimiento autónomo y de ocupación tras la reunificación, hoy centrificado casi por completo. En un comunicado que también puede leerse en castellano, se solidarizan con la lucha del pueblo palestino. Los comentarios en contra en las redes sociales, desde otras personas de la izquierda, no se hicieron esperar.

Muchos judíos ven la censura como un peligro

Un grupo de más de un centenar de intelectuales judíos que residen en Alemania ha publicado una carta en favor de la libertad de pensamiento en la que condenan «las preocupantes medidas tomadas contra la democracia pública después de los terribles actos de violencia en Israel y Palestina de este mes». Los firmantes critican no solo la censura y la prohibición de las manifestaciones: «Los intentos de resistir estas restricciones arbitrarias se encuentran con una brutalidad indiscriminada», que además tiene un matiz racista: «Las autoridades han enfocado a personas con antecedentes migratorios en toda Alemania, hostigando, deteniendo y golpeando a civiles, a menudo con pretextos poco convincentes».

Los firmantes aseguran que también se reprimen protestas de judíos con la excusa de ser antisemitas: «En un caso especialmente absurdo, una mujer judía de Israel fue detenida por sostener un letrero en el que denunciaba la guerra que su país estaba librando». Y aclaran: «En nuestra opinión, estas afirmaciones parecen destinadas a reprimir expresiones políticas legítimas y pacíficas, que también pueden incluir críticas a Israel». En la carta se sorprenden de que «estas violaciones de los derechos civiles apenas han suscitado protestas entre las élites culturales en Alemania». Por el contrario, «grandes instituciones culturales se han silenciado a sí mismas al cancelar obras de teatro que abordan el conflicto y al retirar el derecho a hablar a personalidades que podrían cuestionar las acciones de Israel o que simplemente son palestinas». Y constatan algo que Diario Red sobre el terreno también suscribe: «Esta censura voluntaria ha creado un clima de miedo, enojo y silencio». «Todo esto ocurre bajo el pretexto de proteger a los judíos y apoyar a Israel. Como judíos, rechazamos este pretexto para la violencia racista y expresamos nuestra plena solidaridad con nuestros vecinos árabes, musulmanes y, en particular, palestinos.» Este clima represivo, además, crearía más inseguridad para la propia comunidad judía. Y son muy claros: «Nos negamos a vivir con miedo y prejuicios». Lo que sí les preocupa es el clima de racismo y xenofobia prevaleciente, afirman. Este «va de la mano con un filo-semitismo compulsivo y paternalista». Y condenan el hecho de que «la percepción de amenaza que rodea a las protestas revierte gravemente en la amenaza real a la vida judía en Alemania, donde según la policía federal, la «abrumadora mayoría» de los delitos antisemitas, alrededor del 84%, son cometidos por extremistas de derecha alemanes». Y recuerdan: «El disenso es una condición para cualquier sociedad libre y democrática». Una versión en inglés de dicha carta se puede consultar en la revista n+1.


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