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El consejero Jorge Paradela en la presentación de los Presupuestos 2024 de Andalucía — Rocío Ruz / Europa Press / ContactoPhoto

Contra las balanzas fiscales

Si echáramos cuentas de las plusvalías generadas por la migración interior, a la que se vieron obligadas millones de personas y familias andaluzas, algunos “expertos” en balanzas fiscales callarían para siempre


Andalucía es el territorio más poblado del Estado plurinacional español. Es una nacionalidad histórica gobernada de forma centralista, así lo han querido y quieren el partido socialista y el partido popular. Andalucía arrancó su derecho histórico tras una gran movilización ciudadana que puso pie sobre pared obligando al Estado, a la nación como reza en la Constitución Española, a aceptar esa realidad de pueblo con identidad propia, con una cultura milenaria llena de ricos matices y mestizajes, de integración de culturas, respetando las peculiaridades de cada una ellas, pues el andaluz es un pueblo singular y solidario que aporta mucha riqueza política, intelectual y cultural, pero también económica. La migración andaluza a otras Comunidades ha sido de tal importancia que sin ella no habrían alcanzado el nivel industrial del que disfrutan. Si echáramos cuentas de las plusvalías generadas por la migración interior, a la que se vieron obligadas millones de personas y familias andaluzas, algunos “expertos” en balanzas fiscales callarían para siempre. Esa cuantificación del expolio de Andalucía no se hace porque las costuras del régimen económico saltarían poniendo al descubierto la vergonzante estrategia política que se practica, que es la de enfrentar a pueblos como forma de distracción para seguir con la tarea extractiva de los recursos andaluces, de lo que se aprovechan esencialmente las élites económicas de Madrid, Catalunya y Euskadi, élites “locales” capataces subalternas del capital afincado en Wall Street.

El mando político que se practica por los partidos del estatus quo del 78 se ejerce negando la realidad histórica que construye la identidad andaluza como pueblo que, sin ser independentista sí que es andalucista, republicano y federal, de ahí, también, el ataque feroz a Podemos, que defiende abiertamente el concepto plurinacional o federal que define la composición territorial de España, lo que conllevaría el tránsito democrático de aquel arreglo entre las citadas oligarquías económicas en favor de un pacto entre pueblos, de lo que también saldría beneficiada Galicia, en situación similar a Andalucía.

Una reciente encuesta realizada por la actual consejería de la presidencia de la Junta de Andalucía muestra que la gente andaluza se siente muy orgullosa de serlo, con un gran apego a la tierra, a la bandera blanca y verde y al himno andaluz, reivindicando su acento.  Sin embargo, los partidos del régimen rara vez presiden sus actos cotidianos con dichas señas de identidad, más bien, todo lo contrario.

El PSOE en sus casi cuarenta años en los que ha gobernado la comunidad andaluza, de los cuales ocho han sido en coalición con el Partido Andalucista y tres con Izquierda Unida, se ha negado, por poner un ejemplo, a construir un modelo productivo autóctono, por el contrario, la riqueza de los recursos andaluces ha ido a parar a la saca extractiva de las grandes corporaciones cuya sede social no esta en Andalucía. En la misma línea el partido popular, profundizando en la misma política que regala la sanidad y educación públicas a sus amigos con sede, unos en Madrid y otros dios sabe dónde, además de dejar seca de agua a Andalucía, ignora el cambio climático y mal utiliza los recursos hídricos andaluces.

La orfandad de liderazgo político con acento andalú debe ser objeto de atención prioritaria por la izquierda transformadora. Podemos esta en la mejor situación, sobre todo, porque fue capaz de construir un pacto plurinacional de izquierda que permitió al gobierno de coalición progresista en el que participó, y no solo garantizar la estabilidad del mismo, también y, más importante, desarrollar una producción legislativa social, política y económica de derechos con aplicación material, como nunca ha conocido nuestra democracia. Esa experiencia debe servir para liderar Andalucía, rompiendo el monopolio centralista del estatus quo político-económico, del que solo se benefician unos cuantos, en favor de un pacto republicano entre pueblos, que olvide la competición de las balanzas fiscales y apueste por una redistribución justa y solidaria de la riqueza, para beneficiar a la gente, las pymes y el trabajo autónomo con raíz territorial en la España diversa y plurinacional.


Madrid –

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