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Lawfare y el papel cómplice de los medios

El lawfare es el mayor síntoma de la debilidad de nuestra democracia. Denunciarlo y señalarlo es el primer paso para combatirlo


Estos días nos enterábamos del enésimo archivo de una causa que vinculaba a Podemos con supuestos casos de corrupción. Se trata del llamado “Caso Neurona” por el que el juez Escalonilla mantuvo imputados a varios dirigentes del partido morado durante más de 3 años, sin ninguna prueba fehaciente de que estuvieran incurriendo en delito. De hecho, todo el trabajo del juez consistió —como viene siendo habitual en los casos de lawfare— en generar sospechas, hacer investigaciones prospectivas, que recordemos son ilegales, y en dar munición a los medios para su verdadera campaña de acoso y derribo en platos de TV, periódicos y redes sociales. El éxito de esta forma de persecución a adversarios políticos radica precisamente en las maniobras conjuntas entre el poder judicial y el poder mediático con el objetivo de crear una imagen despectiva de la persona acusada y así matarla políticamente. 

No es casual, y a estas alturas a nadie sorprende el hecho de que el archivo de Neurona no haya sido protagonista de ninguna portada de los periódicos de nuestro país, pese a que sí lo hicieron cuando se abrió la causa, siendo más evidentes esas portadas en procesos electorales. ¿Alguien dudaba del papel de esas campañas judiciales y mediáticas? Lo cierto es que fueron muy eficaces, y consiguieron en buena medida su objetivo. Crear una ola de sospechas entre los dirigentes de Podemos para que así lo perciba la sociedad que consume las noticias a través de la TV y las redes sociales, y donde el efecto de desmentir o contar los archivos de las causas era proporcionalmente inverso a la cantidad de difamaciones, ataques y mentiras vertidas por esos mismos medios. Por eso el daño nunca podrá ser reparado. 

Otro de los efectos colaterales del lawfare es que ha permitido a dirigentes de una izquierda que no busca molestar al poder, desplegar sus alas. Mas Madrid y Mas País nacieron al albor de los ataques de lawfare que sufría Podemos. Sumar, el partido de Yolanda Díaz nace también en un momento de desgaste del partido por los ataques del régimen a las políticas desplegadas por las ministras de Podemos. Tampoco es casual que Sumar haya vetado precisamente a Irene Montero, la ministra más atacada por esos altavoces mediáticos como consecuencia de las leyes vanguardistas que puso en marcha. 

Quienes miran hacia a otro lado, quienes no señalan el papel responsable de los medios, quienes permiten que se siga golpeando a adversarios políticos con maniobras ilegales, en definitiva quienes buscan no incomodar al poder y no molestar a nadie, son también cómplices de esas prácticas.

Al final, la lealtad política y militante se demuestra en los momentos más duros de las organizaciones. Y está claro que, más allá de las ambiciones propias (individuales), hubo también renuncias a través de una estrategia ideológica que hoy muestran abiertamente tanto Mas Madrid/Mas País como Sumar. La relación de cooperación con el PSOE, las renunciar a alzar la voz frente al genocidio de Israel, la connivencia con ministros de derechas del PSOE como Marlaska o Robles en materia migratoria y de defensa con el envío de armas a Ucrania, son algunos de los muchos ejemplos de esa estrategia que se ha acomodado a costa de renunciar incluso a sus propio programa electoral. Recordemos que cuando Mónica García no era ministra sino una diputada y activista de la Marea no defendía ni por asomo a la sanidad privada. Por cierto, el programa de Mas País ya incluía acabar con MUFACE, cosa que ahora dicen que no tocarán, porque no está dentro de sus prioridades.

Volviendo al tema del lawfare, y más allá de Podemos, que ha sido una de las mayores víctimas de ese juego sucio del régimen, permitir que estas prácticas campen a sus anchas en nuestro país muestran la debilidad de nuestro sistema democrático. Quienes miran hacia a otro lado, quienes no señalan el papel responsable de los medios, quienes permiten que se siga golpeando a adversarios políticos con maniobras ilegales, en definitiva quienes buscan no incomodar al poder y no molestar a nadie, son también cómplices de esas prácticas. Y se equivocan quienes piensan que es una cosa de Podemos. Ayer y hoy fueron ellos, pero mañana irán a por tí. Por que mañana puede pasarle a cualquiera que se atreva a cuestionar los cimientos de ese régimen que nos gobierna desde el franquismo, sostenido por el partido judicial, los grandes medios de comunicación en manos de empresas privadas y por políticos que usan la política para sus propios fines a costa de la mayoría de la población. 

El lawfare es el mayor síntoma de la debilidad de nuestra democracia. Denunciarlo y señalarlo es el primer paso para combatirlo. Pero, claro, a ver quién se atreve a hacerlo sabiendo que el precio a pagar es tan alto.


Madrid –

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