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Manifestaciones estudiantiles en protesta por los bombardeos en Gaza

Estudiantes durante la manifestación pro Palestina, el pasado 26 de Octubre de 2023, en Sevilla — Francisco J. Olmo / Europa Press

Por qué los medios no llaman genocidio al genocidio

Aunque estamos asistiendo al que sin duda será uno de los acontecimientos más terroríficos del siglo XXI, todavía estamos en franca minoría los que nos atrevemos a decir que una rosa es una rosa y un genocidio es un genocidio


En los 22 días de bombardeos indiscriminados sobre la Franja de Gaza por parte del ejército de Israel, han sido asesinados más de 8.000 civiles palestinos, y más de 15.000 han resultado heridos. Para que podamos hacernos una idea de la dimensión y la velocidad de la matanza, en los 20 meses que lleva en marcha la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso, Putin ha asesinado aproximadamente a 10.000 civiles (en un país con una población 22 veces superior a la de la Franja de Gaza). Es muy posible que, antes de que se cumpla un mes del inicio de los bombardeos, Netanyahu supere esa cifra, certificando así que Israel está asesinando civiles a un ritmo 20 veces superior al de Rusia (400 veces más rápido en términos relativos). Entre las víctimas palestinas, más de 3.300 niños han sido asesinados, lo que supone una cifra «superior al número de menores fallecidos en conflictos armados en todo el mundo en el transcurso de un año» según la ONG Save the Children. Según la mayoría de los indicios, Israel atacó con un misil el hospital Al-Ahli, causando centenares de muertos entre pacientes, profesionales sanitarios y refugiados. En el día de ayer, exigió la evacuación del hospital Al-Quds —algo que los médicos ya han explicado que es imposible sin poner en peligro la vida de los pacientes— y ya ha empezado a bombardear sus inmediatos alrededores, dañando los departamentos hospitalarios y exponiendo a residentes y pacientes a la asfixia por el humo y el polvo. Además de los asesinatos físicos de civiles palestinos contabilizados con nombres y apellidos, todavía hay más de 1.000 personas desaparecidas bajo los escombros y es muy probable que el corte de agua, electricidad, alimentos y combustible al que Israel ha sometido a la Franja acabe también con el asesinato indirecto de miles de personas por la combinación de la mala alimentación, la propagación de enfermedades y la inhabilitación de las infraestructuras sanitarias.

A pesar de la evidencia del horror, la inmensa mayoría de medios de comunicación españoles —con muy pocas y honrosas excepciones— evitan utilizar la palabra genocidio para describir las acciones que está llevando a cabo Israel en Gaza y, cuando lo hacen, la escriben entre comillas para atribuirla a la opinión de terceras personas y poner así la calificación en duda. «Multitudinaria manifestación en Bilbao en solidaridad con Palestina y para denunciar el «genocidio» israelí», titulaba hace dos días la televisión vasca EITB. «Miles de personas reclaman en València «libertad» para Palestina: «Hay que poner fin al genocidio»», titulaba ayer el medio digital ValenciaPlaza. «Miles de personas se manifiestan en Bilbao para denunciar el «genocidio» israelí en Palestina», titulaba la Cadena SER. «Protesta este sábado en Melilla contra el «genocidio» de Israel diez días después de incidentes en la sinagoga», titulaba La Vanguardia. «Podemos critica la «inacción» de Sánchez ante el «genocidio» perpetrado por Israel», titulaba Europa Press. «Lula pide detener “el genocidio” en Oriente Medio», titulaba eldiario.es, y así podríamos continuar hasta la extenuación.

Plantéese —como explica hoy Manu Levin— cuál es la probabilidad de leer un titular que sea «Varios «terroristas» de Hamás perpetran un ataque contra la población de la «democracia israelí», que bombardeará Gaza para «defenderse»». Efectivamente, la probabilidad es igual a cero

¿Por qué evitan la inmensa mayoría de los medios de comunicación españoles llamar genocidio al genocidio de forma directa y sin cubrirse con el uso de comillas? Por cierto, si alguien piensa que esto es de una importancia secundaria, plantéese —como explica hoy Manu Levin— cuál es la probabilidad de leer un titular que sea «Varios «terroristas» de Hamás perpetran un ataque contra la población de la «democracia israelí», que bombardeará Gaza para «defenderse»». Efectivamente, la probabilidad es igual a cero.

Israel está asesinando de forma masiva y brutal a miles de personas en un periodo de muy pocos días por motivos de etnia y religión y nadie está pidiendo a los medios de comunicación españoles que empuñen un fusil —o un botiquín— y se vayan a la Franja de Gaza a proteger al pueblo palestino de la limpieza étnica. Pero qué menos que intentar hacer todo lo posible en el ámbito de su actividad y sus obligaciones para poner freno a la masacre. El Salto lo está haciendo, Ctxt lo está haciendo, en Canal Red y en Diario Red lo estamos haciendo también. Pero la inmensa mayoría de los medios —dando un paso definitivo en la deriva de a veces equidistancia, a veces adopción acrítica del discurso de los poderosos y a veces directamente corrupción del periodismo— ni siquiera se atreve a llamar genocidio al genocidio.

Y algo parecido ocurre en la política. Ayer mismo, en la manifestación masiva que tuvo lugar en Madrid para apoyar al pueblo palestino, la secretaria general de Podemos pidió acabar «de una vez por todas este genocidio planificado, esta limpieza étnica al pueblo de Palestina que está llevando adelante el Estado de Israel», mientras que Yolanda Díaz utilizaba palabras diferentes: «pedimos un alto el fuego inmediato y que sea con urgencia. Clamamos pacíficamente por el fin de la guerra». Junto con Mélenchon y Corbyn, Belarra está siendo una de las pocas líderes europeas en atreverse a plantar cara a las atrocidades que está cometiendo el Estado de Israel a pesar de la abrumadora hegemonía mediática que castiga duramente a cualquiera que se desvíe de la consignas dictadas por Estados Unidos y sus países satélite.

Estamos todavía muy lejos de que los principales actores internacionales pongan en marcha medidas efectivas para pararle los pies a Netanyahu: prohibición de la venta de armas a Israel, duras sanciones financieras a la cúpula gubernamental y militar o juzgarlos por crímenes de guerra en la Corte Penal Internacional. En estos momentos, el apoyo de Estados Unidos a Israel es absoluto, la ONU solamente puede emitir declaraciones no vinculantes y la timorata Unión Europea apenas llega a pedir por favor al Estado genocida que permita la apertura de corredores humanitarios (es decir, podéis seguir asesinando de forma masiva al pueblo palestino, pero por lo menos dejadnos meter unos cuantos camiones con comida, agua y medicinas). La única forma de que los dirigentes de los países occidentales —tan lejos de la sangre y la muerte de las calles de Gaza y tan pegados a la moqueta de sus parlamentos y palacios— cambien el rumbo y empiecen a hacer algo es que sean obligados por sus respectivas poblaciones y, para ello, es fundamental el papel de los medios de comunicación.

Sin embargo, y aunque estamos asistiendo al que sin duda será uno de los acontecimientos más terroríficos del siglo XXI, todavía estamos en franca minoría los que nos atrevemos a decir que una rosa es una rosa y un genocidio es un genocidio.


Madrid –

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