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Antonio Garcia Ferreras y Florentino Pérez — Eduardo Parra y Diego Radamés / Europa Press / ContactoPhoto

El dominio del marco discursivo a través de los poderes fácticos supone la victoria en el campo de batalla política

La derecha controla por completo el discurso, esté en el ejecutivo o en la oposición, y esto es así porque ciertos sectores de la autodenominada izquierda, en consonancia con su docilidad al régimen, han asumido que el debate político se conforma en base a lo que la derecha quiere tratar


Decir que vivimos en sociedades mediatizadas, es un hecho. También lo es decir que quienes ostentan el poder mediático, hacen uso del mismo como instrumento clave de sometimiento y control de las masas. 2024, vivimos en la era de las fake news, la desinformación y la teoría de la conspiración. Dominar el marco discursivo es garantía de victoria en el campo de batalla política. Esto no lo digo yo, lo dice todo el mundo. Lo dice todo el mundo cuando los medios hablan de presuntas tramas de corrupción amparadas por el poder judicial (lawfare: voluntad prevaricadora de una autoridad judicial cuyo fin es la destrucción reputacional de una figura política), cuando se habla del ¨brutal ataque iraní a Israel¨, pero no de un genocidio que se ha cobrado ya más de 34.000 vidas humanas, cuando la okupación se convierte en un problema alertante para toda la sociedad (seguido de la publicidad de Securitas Direct en televisión), cuando el racismo de dos agentes es justificado, cuando se dice estar muerto a un partido con 5 escaños en el Congreso, pero se le resucita para humillarlo tras sus resultados en las elecciones vascas. El dominio del discurso hace que la ideología que se impone se vista de verdad.

La derecha sabe muy bien que vivimos en una época donde las tecnologías son la puerta para influir en el voto de los ciudadanos, pero ya no solo el voto, sino también en su forma de razonar, en sus actos; se ejerce sobre la población un absoluto control a través de Internet. Y ya no es necesario forzar este control, la sociedad ha llegado a un punto en el que el autoadoctrinamiento lo determinan las cookies que aceptas en cada página web que visitas. En el campo de la derecha, claro está que la demanda de identidad es notable, pues un discurso carente de veracidad basado en falacias requiere de generar un entorno ficticio donde problemas ficticios requieren de políticas destructivas que se asimilen ajustadas al mundo quimérico que se ha creado. Se busca un individuo dócil, que se someta a las pautas establecidas por los poderosos, que viva una falsa sensación de libertad (̈A mí lo que diga la tele me da igual, mis pensamientos e ideas son míos y de nadie más¨) ante un escenario completamente orquestado (atado y bien atado). Y es que, como en la alegoría de la caverna de Platón, las personas viven apresadas desde su nacimiento dentro de una caverna, frente a una pared donde las sombras que proyecta una hoguera son el mundo sensible, la verdad.

Lo cierto es, que la derecha controla por completo el discurso, esté en el ejecutivo o en la oposición, y esto es así porque ciertos sectores de la autodenominada izquierda, en consonancia con su docilidad al régimen, han asumido que el debate político se conforma en base a lo que la derecha quiere tratar. Es decir, si la derecha habla de okupación, entramos al trapo, si la derecha habla de inmigración, hablamos de inmigración, si la derecha habla de feminismo incómodo, tumbamos la ley más avanzada de la historia en materia de igualdad a una ministra cuya labor ha reconocido la revista Time y todo un movimiento que lleva décadas luchando frente al patriarcado porque ¨tengo amigos de entre 40 y 50 años a los que les molesta el feminismo¨. El marco discursivo establecido a día de hoy contra el feminismo y los derechos de la mujer no es cosa de una renacida extrema derecha sobre las cenizas de la segunda guerra mundial, viene de muy atrás. El supremacismo masculino es un fenómeno histórico precedente a la existencia de los medios infectados de un discurso disciplinario y patriarcal, de los propios parlamentos donde se jalean discursos de odio, y hasta del mismísimo Senado romano. Toda mafia tiene su brazo ejecutor. El trabajo sucio lo hacen desde dentro. Están en todos lados. Los rojipardos van saliendo como hormigas del hormiguero cuando echas insecticida. Luego ve y dile tú al Ministro de Transportes del PSOE que hay metralla y pólvora española en cadáveres de hombres, mujeres y niños palestinos, que va a tardar menos de cinco minutos de reloj en bloquearte.

Los relatos ideológicos son algo especialmente extendido en el campo de la derecha y de la extrema derecha, pues vive de la falacia y su férrea conciencia de clase. En la derecha se han apoderado del dominio de las redes sociales y el control de la información, no hay más que ver que ya no solo la televisión privada, que está, por supuesto subordinada  a los intereses de entidades privadas como el Grupo Planeta o el imperio mediático de la familia Berlusconi (televisión italiana y Mediaset), sino también la televisión pública (RTVE), en la cual hay una clara inclinación ideológica hacia la derecha y una corrupción tremendas (no hay más que escuchar a Ferreras junto a Florentino Pérez y Mauricio Casals hablando de la presunta cuenta en Granadinas del ex vicepresidente del Gobierno). Hace solo seis meses, TVE sencillamente no emitió la Asamblea de Emergencia de Naciones Unidas sobre Gaza, pero sí el desfile militar del infame 12 de octubre (aquella marea de codicia, horror y bravura que se abatió al precio del genocidio nativo en las Américas) y la jura de la princesa Leonor. Es demencial que una televisión que se financia con dinero público esté tan enfangada y sea cómplice de la censura ante un genocidio. El engranaje de poder mediático está basado en la corrupción y la servidumbre.

La coyuntura mediática juega un papel crucial en la degeneración del sistema democrático, moldea la opinión pública a su gusto, el periodismo corrupto y la tergiversación informativa hacen de la profesión periodística en el ámbito privado un oficio de mercenarios a sueldo de las oligarquías. Decir la verdad hoy se toma por un acto revolucionario. El periodismo hoy día es una profesión que carece de prestigio y fiabilidad, los medios, del mismo modo, son generalmente propiedad de corporaciones como el Grupo Planeta o el grupo PRISA, que ni mucho menos van a jugar el balón en campo contrario. El pseudoperiodismo ha optado por no abrir la ventana, por preguntar a unos si llueve o hace sol e ir con ambos testimonios sin abrir la maldita ventana y decir qué se ve. Se está matando el pensamiento crítico y el debate.

La movilización ciudadana es lo que más aterra al poder, visto está el acoso y derribo llevado a cabo desde el 15M contra sus promotores y seguidores, o la introducción de la droga tras grandes movilizaciones como el movimiento hippie o las protestas contra la Guerra de Afganistán promovida por EEUU. Esto es un fenómeno global consistente en la cobertura mediática de la mentira y sus efectos disciplinarios. La hoguera no quema brujas si no la prende el humano.

¨Desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta¨. Si trabajas en un periódico como El Mundo o The Wall Street Journal no pretendas escribir un artículo llamando genocida al estado colonial sionista de Israel. Dice el periodista Ali Abuminah: ¨Nunca he estado en una escuela de periodismo —que creo que es donde se aprende a no hacer periodismo—, pero se aprovechan de la propensión de los medios de comunicación estadounidenses a «poner de ambos lados» todo. Los medios de comunicación estadounidenses adoptan el enfoque, en particular con la cuestión de Palestina, de que nunca debes poner tu credibilidad o tu autoridad como periodista en términos de decir: los israelíes dicen esto, los palestinos dicen lo otro, pero los palestinos dicen la verdad porque las pruebas demuestran A, B y C. Eso es, para mí, lo que hace un periodista¨. Esto es muy importante, pues volviendo al ejemplo de la ventana, exponer la pretensión de ambas partes sin hacer investigación alguna, no es periodismo.

Es insostenible que unos pocos tarados ostenten más de la mitad de la riqueza de la población mundial, no tiene sentido, ¿cómo una aplastante mayoría poblacional puede encontrarse sometida a una estructura tan ínfima? Muy sencillo: poder. Quien ostenta el capital en este sistema es quien decide, controla y mueve las fichas del tablero a su antojo. El caballo pasa de avanzar en ¨L¨ a deslizarse por el tablero diagonalmente como el alfil para comerse al rey, atravesando a los peones sin misericordia alguna. El poder hace gozar de total impunidad a quien lo ostenta, desde el ejecutivo desquiciado que abofetea a su mujer al llegar a casa hasta el desalmado presidente sionista que ordena el bombardeo de un territorio acometiendo un genocidio con la total complicidad internacional. Quien tiene poder controla el discurso, la acción y el desenlace de los hechos, salga cara o cruz.

Como última cita (esto les encanta a los de la UGR), voy a exponer esto que dijo el maravilloso Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina: ¨En cierto modo, la derecha tiene razón cuando se identifica a sí misma con la tranquilidad y el orden: es el orden, en efecto, de la cotidiana humillación de las mayorías, pero orden al fin: la tranquilidad de que la injusticia siga siendo injusta y el hambre hambrienta¨.


Madrid –

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Editorial

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