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‘El final de todo esto’: nueva novela de Cristina Fallarás

La escritora y activista aragonesa aporta con este nuevo libro un elemento fundamental para profundizar en la comprensión, apoyo y lucha por el feminismo


Leer a Cristina Fallarás no solamente es siempre un placer para quienes realmente disfrutamos de la lectura como un ejercicio de evasión al mismo tiempo que de reflexión, de enriquecimiento y de autocuestionamiento de muchas posiciones que siempre deben estar sometidas a crítica o a revisión. Es siempre una excelente oportunidad para aportar un nuevo punto de vista a la mirada que podemos tener sobre la historia más contemporánea, el feminismo, el análisis de la sociedad en la que vivimos y los interrogantes que la evolución de esa sociedad nos plantea acerca de todas estas cuestiones.

Más allá de proporcionarnos el placer de la lectura de un texto que engancha, que atrapa como una novela policiaca o de terror, de los que por ejemplo, te jode muchísimo tener que cerrar cuando llegas a la estación de destino cuando vas leyéndolo en el autobús o en el metro o cuando estás en la cama ya de noche, pero miras el reloj de la mesilla y sabes que como sigas leyendo media hora más, mañana no hay un dios que te levante.

‘El final de todo esto’ comienza en cierto modo de una manera muy tradicional en la literatura, como por ejemplo en el ‘Yo, Claudio’ de Robert Graves o ‘Cien años de soledad’ de Gabriel García Márquez, con un personaje que inicia el relato recordando como fue toda la historia que se va a narrar en las siguientes páginas. Una historia que la propia Cristina rechaza que sea eso que últimamente se ha puesto tan de moda, una “distopía”. No, es una foto, obviamente novelada y en las que se toman las lógicas licencias literarias para construir un relato que como ocurre en toda obra de ficción, aunque se base en la realidad no es necesariamente una crónica periodística, objetiva y documentada al 100%, aunque sí ofrece una visión sumamente realista, certera, cruda y no exenta de sentido del humor, —quien conozca a Cristina sabe que por encima de todo, es una tía cachondísima y con la que es muy fácil echarse unas risas— una crónica desplazada temporalmente de la realidad que vivimos a día de hoy acerca de la violencia vicaria, una más de las múltiples formas de violencia que sufren las mujeres, a pesar de los avances que el movimiento feminista ha ido arrancando a una sociedad heteropatriarcal como la que seguimos viviendo.

Pero en este sentido, y si me permiten parafrasear a George Lucas a modo de recuerdo de uno de los iconos de mi infancia, “La Guerra de las Galaxias” —lo siento, pero considero imbéciles a los tontos a las tres que hablan de “estar guors”, perdonen la sinceridad— el recurso del “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana…” entiendo que resulta muy efectivo para poner en contexto el argumento de la novela. Primero, invita al lector, lo quiera o no, a visualizar y asimilar el contexto actual de violencia contra las mujeres, poniendo en boca de una de las protagonistas como “todo comenzó en los primeros años 20 de este miserable siglo XXI” y como las mujeres, como todo colectivo sometido a opresión, se organizó para luchar, se rebeló y como a pesar del eco que tuvieron luchas como los movimientos del “#MeToo”, el #Cuéntalo, el #SeAcabó y tantos otros, las mujeres siguen sufriendo una violencia implacable, con lo cual deciden crear una comunidad propia y separada del heteropatriarcado.

Una comunidad separada de los hombres, sobre todo porque al mismo tiempo en el que se intensificaba esa lucha feminista, como reacción creció desde las instancias de poder un discurso heteropatriarcal extremadamente violento, mucho más machista incluso que en el pasado reciente, que al ver amenazada su posición de privilegio, reacciona con la ira, el odio y la irracionalidad del que se siente acorralado por la historia. “Las mujeres pueden sentir furia, pero raras veces odio. Los machistas sí que son capaces de odiar, y de hecho, odian”, dice a menudo la autora.

En el desarrollo de la historia, Cristina trata otras temáticas colaterales que aparecen en el libro a modo de placebo, como la cosificación sexual o la sublimación de la sexualidad del mismo modo que se narraba, justamente hace ahora 50 años, en 1974, en la película ‘Tamaño Natural’ de Luis García Berlanga. Una cinta cuyo protagonista, un hombre maduro que tiene todo lo que se puede desear, un buen trabajo, una esposa brillante y una amante joven y apasionada. Pero un día adquiere por capricho una muñeca hinchable que casi parece una mujer real. Así empieza a disfrutar de la sumisión y la docilidad que no puede encontrar en su esposa, llegando incluso a tener celos y a desconfiar de aquellos que puedan desearla o “mancillarla”.

El paralelismo —ignoro si deliberado o no— entre una de las situaciones que se narran en el libro y la historia de Berlanga llevada a la pantalla, un melodrama que desemboca en una verdadera película de terror y lo que se cuenta en “El final de todo esto” da mucho que pensar: cuando ya no hay mujeres a las que maltratar, se utilizan muñecas de silicona y materiales blandos, lo que se conoce como sex dolls, que expulsan sangre cuando son golpeadas, fluidos macabros o aromas que evocan la niñez. Una versión cercana a la realidad de los “tamagochi” —¿Alguien recuerda lo que eran los tamagochi? Evidentemente, estoy revelando mi edad, perdonen ustedes— pero llevada a un punto entre lo trágico, lo cómico, lo grotesco y lo repugnante.

Hay otra idea muy interesante que impregna todo el relato de Cristina Fallarás en ‘El final de todo esto’: la maternidad concebida como herramienta de dominación por el heteropatriarcado. Sobre esto la autora afirma, en recientes declaraciones a Efemenista: “Debemos mirar a la maternidad como una herramienta de opresión, lo que no quiere decir que yo a mi hijo y a mi hija no los vaya a querer toda la vida. Pero tenemos que replantearnos qué es la maternidad y, sobre todo, el derecho a la no maternidad. Yo si naciera ahora no sería madre, ni se me pasaría por la cabeza. En Corea, las muchachas están dejando de gestar. Dejan de gestar porque son inteligentes, saben que no se dan las condiciones adecuadas para vivir esa maternidad de una manera natural. En cuanto das a luz, vas a ser castigada y además vas a ser culpable. Y ahí voy al meollo, al coño de todo esto, que es la virgen que se preñó sin follar”.

Hace algunos meses tuve la oportunidad de entrevistar en persona a Cristina para mi programa “Local de Ensayo” en Canal Red, y en relación con este libro, quiero recordar alguna de las declaraciones que hizo en el programa porque me parecen relevantes en relación con lo que se cuenta en este trabajo. En esa entrevista, Cristina aseguraba que en más o menos medida, siempre que escribe una novela, vuelca en la protagonista rasgos autobiográficos. En este caso, empezamos por el hecho sumamente significativo de que la protagonista se llama Cristina, como ella. Aunque, como bien decía en esa entrevista a la que me he referido en “Local de Ensayo”, siempre busca que ese personaje en la que se proyectan muchos rasgos de la personalidad de su autora, no llegue a ser complaciente consigo misma.

Leer, el único vicio que debería ser confesable… (o no).


Madrid –

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