Diario Red
Menu
Menu
Diario Red

¿Se debe dar voz a los que justifican un genocidio?

Un embajador de un país que está llevando a cabo un genocidio lo que va a hacer ante todas y cada una de las preguntas de la periodista es justificar los crímenes contra la humanidad que está perpetrando su gobierno


Ayer por la mañana, la televisión pública emitía una entrevista en directo a la embajadora de Israel en España, Rodica Radian-Gordon, y la polémica estallaba en las redes sociales. Una parte de los usuarios condenaba que se diera voz a una representante política de un Estado que, en estos momentos, está llevando a cabo un genocidio en la Franja de Gaza, mientras que otra parte de los usuarios aplaudía el desempeño de la periodista Silvia Intxaurrondo por atreverse a pronunciar la palabra «genocidio» o «asesinato de niños» y por hacer preguntas duras y difíciles.

Lo que está ocurriendo en Palestina ha roto, desde luego, las costuras en muchos ámbitos. No solamente se han tensado al máximo los consensos políticos internacionales —incluyendo a todos los órganos de máxima representación inter-Estados, como la ONU o la Unión Europea—, también se han puesto a prueba las alianzas geoestratégicas, los límites del derecho humanitario y, muy significativamente, la operativa habitual de los medios de comunicación occidentales. Así, no es extraño que la entrevista a Radian-Gordon haya generado un intenso debate sobre la deontología periodística en tiempos de genocidio y sobre lo que es legítimo hacer y lo que no.

La pregunta no es sencilla ya que incluso los que aborrecen y condenan el genocidio que está perpetrando Israel en la Franja de Gaza pueden argumentar legítimamente que entrevistar a todas las partes no solamente es un ejercicio de libertad de prensa sino también una garantía de que la ciudadanía recibe toda la información que necesita para formar su opinión de manera crítica. Seguramente desde este punto de vista y para justificar el haber entrevistado a la embajadora de Israel, La Hora de la 1 entrevistó también ayer por la mañana al embajador de Irán en España. Esta operativa y la justificación que subyace pueden desarrollarse quizás desde un lugar bienintencionado, pero nosotros pensamos, sin embargo, que son erróneas.

Tal vez si lo único que existiese fuera una guerra entre Israel e Irán tendría sentido permitir que los embajadores de ambos países expusieran su versión en las pantallas de la televisión pública. Aunque, incluso en ese caso, existen dudas razonables al respecto. Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que, cuando empieza una guerra, la primera víctima es la verdad y absolutamente todos los aparatos gubernamentales de los países implicados se colocan en modo propaganda. Así, cualquier representante institucional de las partes en conflicto no va a dar —en medio de una guerra— una versión que considere en su fuero interno que es objetivamente cierta, sino que va a repetir el argumentario diseñado por las altas autoridades de su país para justificar su posición particular. En un contexto bélico, las palabras que salen por la boca de los representantes institucionales de los países en conflicto tienen un contenido de veracidad muy bajo y es, por ello, dudoso que tenga interés informativo darles voz, a menos que se lleve a cabo una entrevista durísima encaminada a desmontar las respectivas propagandas; algo que muy rara vez se produce.

Tal vez si lo único que existiese fuera una guerra entre Israel e Irán tendría sentido permitir que los embajadores de ambos países expusieran su versión en las pantallas de la televisión pública. Aunque, incluso en ese caso, existen dudas razonables al respecto

Pero es que, en este caso, ni siquiera estamos hablando de una guerra convencional. A pesar de que se haya producido un ataque, primero por parte de Israel a la embajada de Irán en Damasco y, después, por parte de Irán, enviando drones, misiles de crucero y misiles balísticos a territorio israelí, este no es en absoluto el hecho principal que está teniendo lugar en estos momentos en Oriente Medio. Si esta escalada bélica se ha producido, es precisamente porque Israel está llevando a cabo el genocidio más pavoroso del siglo XXI sobre la población indefensa de la Franja de Gaza. Por ello, Radian-Gordon no es en la entrevista que le hace Silvia Intxaurrondo la embajadora de un país que está en guerra con Irán. Radian-Gordon es principalmente en esa entrevista la embajadora de un país que está asesinando de forma industrial a decenas de miles de palestinos en clave de limpieza étnica.

Y la distinción no es en absoluto semántica. Si lo que un embajador de un país en guerra va a hacer sin ningún lugar a dudas en cualquier entrevista en los medios de comunicación es trasladar la propaganda que justifica su posición particular en el conflicto bélico, un embajador de un país que está llevando a cabo un genocidio lo que va a hacer ante todas y cada una de las preguntas de la periodista es justificar los crímenes contra la humanidad que está perpetrando su gobierno. En concreto, Radian-Gordon negó ayer tajantemente en directo en TVE que estuviese teniendo lugar ningún genocidio, negó que su ejército esté asesinando niños —serían indeseados daños colaterales según el relato de Israel— y, en general, se dedicó a mentir con una oposición por parte de Intxaurrondo quizás un poco más dura de lo habitual en las entrevistas que estamos acostumbrados a ver pero para nada efectuando una denuncia contundente de la propaganda genocida que todos estábamos pudiendo escuchar.

Por no hacer la comparación que a todo el mundo le resulta evidente con lo ocurrido en Alemania hace 90 años y con la posibilidad de que sus responsables fueran entrevistados en la televisión pública española «para dar su versión», pensemos simplemente si nos parecería adecuado desde el punto de vista deontológico que se entrevistase a un asesino en serie que ha acabado con la vida de decenas de personas para que se ponga a decir en directo que eso fueron daños colaterales derivados de su legítimo derecho a la defensa.

Desde nuestro punto de vista, la respuesta a la pregunta que titula este editorial es claramente ‘no’. Dar voz en la televisión a los portavoces oficiales de un Estado que está perpetrando un genocidio —como, por cierto, lleva haciendo TVE desde que Israel comenzó su matanza en la Franja de Gaza— es propagar la justificación sangrienta de un crimen contra la humanidad y es, por lo tanto, algo que ningún medio de comunicación debería hacer.


Madrid –

Nada de esto sería posible sin tu ayuda

Y únete a nuestros canales de Telegram y Whatsapp para recibir las últimas noticias

Compartir

Editorial

  • ¿Qué hacemos con Ferreras, presidente?

    Si después de saber que Ferreras trabajó con los mafiosos que rebuscaban en la basura material difamatorio contra la mujer de Sánchez, su respuesta es el silencio, entonces no tendremos más remedio que concluir que nos mintió a la cara con aquella carta