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Pedro Sánchez durante su rueda de prensa en Oslo, Noruega, 12 de abril de 2024 — Moncloa

Pedro Sánchez no es un ciborg

La probabilidad de que Pedro Sánchez dimita es más alta que cualquiera de las otras dos opciones que se barajan, que presente una cuestión de confianza o que decida aguantar


Bajo el aspecto ciborg de Pedro Sánchez se encuentra el alma humana. El autor de Manual de resistencia, con fama merecida de superviviente frío, inteligente y tenaz, con habilidades excepcionales para el cálculo político táctico, sufrió la tarde del pasado miércoles 24 de abril un ataque de humanidad. Su carta publicada en la red social X, lo expresa a la perfección. Es una epístola a la ciudadanía española escrita con el corazón. Razones tiene el corazón que la razón no entiende, aunque debiera.

Tras tener conocimiento el mismo miércoles por la mañana de que el juez Juan Carlos Peinado, de un juzgado de Madrid, ha abierto investigación por tráfico de influencias contra la mujer de su vida, Begoña Gómez, ante la denuncia de una asociación que lleva en el nombre la mentira, Manos Limpias, más reaccionaria que el fajín de Franco, aún dijo en el Congreso, instado apropiadamente por Gabriel Rufián, que aún creía en la justicia en España.

La denuncia como ya se ha publicado en multitud de medios se basa en recortes de prensa facha y en falsedades. La denuncia es el tipo de denuncias que han sufrido desde 2015 los liderazgos de Podemos, los independentistas y otros liderazgos  y activismos rompedores que no se han vendido a los poderes fácticos para seguir defendiendo los intereses de las mayorías. Alberto Rodríguez, Isa Serra, Juanma del Olmo, Victoria Rosell, Gara Santana, Mónica Oltra y, por supuesto Irene Montero y Pablo Iglesias o lo seis de Zaragoza, como ha recordado Ione Belarra, han sufrido el acoso infame de cloacas policiales, jueces, medios de comunicación, incluidos los de la progresía, así como de los partidos PP y Vox. Imputaciones falsas, pruebas falsas, condenas sin pruebas. Todo con tratamiento mediático, judicial y político sañudo durante años. Veinte causas de larga duración contra gentes Podemos han sido archivadas después de miles de horas de tertulias y titulares a toda página.

El mismo poder reaccionario, con nombre y apellidos para cada caso, va a por Pedro Sánchez sin temor alguno porque los resultados de su guerra jurídica contra Podemos son evidentes. Tras leer la humanidad de la carta del todavía presidente del gobierno no podemos por más que darle más valor personal y político si cabe a las gentes de Podemos que han aguantado porque sí merecía la pena. Es imposible no acordarse de la timidez con la que Pedro Sánchez, la parte socialista de su gobierno y su partido trataron el cerco durante meses a la casa de Pablo, Irene y sus hijos. Imposible no recordar la soledad de Irene e Ione en el congreso cuando Pedro Sánchez y, no lo olvidemos, Yolanda Díaz, se plegaron a reformar con el PP la recién aprobada ley del solo sí es sí para satisfacer las ansias machista de todo el bloque reaccionario. Yo no olvido.

La probabilidad de que Pedro Sánchez dimita es más alta que cualquiera de las otras dos opciones que se barajan, que presente una cuestión de confianza o que decida aguantar. El indicio más claro de que prefiere no aguantar ni presentar la moción de confianza es que no nombra por su nombre lo que le están haciendo, guerra judicial o lawfare. No se ha atrevido para no dejar esa huella en la huida. Sánchez es jugador de baloncesto. Ha pedido tiempo muerto. El daño a la familia es el límite personal de quien escribió manual de resistencia. Es el mismo límite de quienes son acosados por la mafia. Las gentes demócratas empatizamos, querríamos que esa empatía hubiese sido recíproca con las personas de Podemos y de otras organizaciones que han sufrido el lawfare.

Es el factor humano el que le ha llevado a plantearse la dimisión, no una operación táctica con pretensiones de brillantez. El tiempo lo necesita para evaluar las consecuencias de su decisión con su entorno político más próximo, pero será en el entorno personal en el que se decidirá. La decisión más probable, caso de que no estuviese decidido en el momento de escribir la carta, es la de irse. Si fuese la de plantar batalla habría llamado al asunto guerra judicial o lawfare, golpe de estado, y no un montaje “burdo”.

Si se va habrá de tener prevista su sucesión en el gobierno y en el partido. Si no se va habrá de plantar cara y no cabe otra que tejer una alianza con las fuerzas políticas que lo invistieron para la profundización democrática y la solución del problema judicial en España. Si decide presentar una cuestión de confianza, el bloque democrático debería exigirle al unísono un plan para la profundización democrática con unas cuantas medidas iniciales clave.

Cambiar la ley para renovar el CGPJ y renovarlo, acabar con la ley mordaza, elaborar una ley de medios para que el derecho a una información veraz consagrado en la CE se cumpla, o pensar en una ley para que quienes participen en campañas de violencia política, judicial y mediática, o sea en golpes a la democracia o al estado con lawfare sin base probatoria, sufran las consecuencias de sus actos de persecución y difamación.

Pedro Sánchez no es un ciborg, la defensa de la democracia no necesita ciborg, necesita en este momento que el bloque democrático, izquierdas plurinacionales, federalistas y soberanistas, sea consciente de que el bloque reaccionario está expulsando al PSOE de su consenso de régimen. Torpemente expulsan a su principal pilar, el que le otorga apariencia de demócratas. Lo quieren todo, de gobierno ilegítimo en la pasada legislatura con Podemos en el gobierno, han pasado a gobierno ilegal con motivo de la pactada ley de amnistía. Van a por Pedro Sánchez porque van a liquidar lo que de democracia queda. Si en el PSOE no lo ven ya, su ceguera nos costará mucho.


Madrid –

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Editorial

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