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Provocaciones sobre democracia, izquierda y correlación de fuerzas: Pablo Iglesias ante estudiantes en México

En sociedades mediatizadas, destacó, uno de los grandes espacios de poder político está en los medios de comunicación, que son los capaces de definir la agenda y de condicionar pensamiento, ideología y comportamiento electoral de millones de ciudadanos


Partiendo de un planteamiento teórico básico, pero problematizado por reflexiones académicas y de su práctica política y mediática de más de dos décadas, Pablo Iglesias Turrión, arribó a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para colocar elementos de debate sobre democracia en un país que dentro de tres meses celebrará las elecciones más grandes de su historia.

Invitado por el Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad (PUEDJS) y el Instituto Nacional Electoral, el politólogo, expolítico y periodista español —quien hace 22 años estudió en estas aulas mexicanas— ofreció aportar tesis para el necesario debate. Y a juzgar por la entusiasta reacción del auditorio (más de 400 personas de la comunidad universitaria, diplomáticos y periodistas), lo cumplió.

Iglesias recurrió en primer lugar a la definición etimológica de democracia que la sitúa como un sistema político en que el poder está en manos del pueblo. Luego, aunque reconoció que no hay sistema en el que el poder esté realmente en manos del pueblo, señaló que es enormemente valioso en términos históricos que se enuncie que el depositario de la soberanía es el pueblo y que ello dé sentido y significado a un régimen político —llamado democracia— incluso tomándola solamente como un conjunto de procedimientos que da a los sectores populares el poder de elegir qué élites gestionarán lo público. No es poco, valoró, que esto se haya asumido al menos de boca en todas las tradiciones políticas.

Sin embargo, aclaró al público, su tesis es que la democracia no es ni un conjunto de procedimientos ni una ideología, sino una correlación histórica de fuerzas, un pacto resultado de la lucha —siempre sometido a revisiones e incumplimientos— que sirve para para definir el terreno de juego para regular el conflicto. Como ejemplos, los parlamentos —para pactar que el conflicto político se exprese en la arena parlamentaria—, el derecho de huelga —que reconoce que la relación de clase entre trabajadores y propietarios es conflictiva— y los tribunales constituciones que dirimen conflictos sobre la interpretación de la voluntad del constituyente.

“La izquierda no debería olvidarse de que este terreno de juego de la democracia liberal, enormemente limitado”, es el mejor terreno político para la consecución de los objetivos políticos de los sectores subalternos y de la propia izquierda, lanzó.

Recordando lo sucedido en Chile contra el gobierno de Allende, también llamó a la izquierda a asumir que las reacciones de los sectores oligárquicos e incluso de los que se asumen democráticos cuando la democracia provoca cambios en la correlación de fuerzas y favorece a sectores subalternos son parte de las reglas del juego. Insistió en que el peor de los sistemas democráticos es más favorable que otros sistemas, pues es mejor que haya mínimos elementos de democracia liberal y derechos para poder seguir en la lucha por las demandas en vez de tener que enfocarse en sacarse de encima una dictadura y restaurar una democracia maltrecha.

Enseguida, controvirtió las ideas de que la democracia sea resultado de la modernidad, de la acción internacional de las potencias democráticas o de la propia cultura occidental. Advirtió que hay países muy modernos que no han optado por sistemas democráticos y que las dinámicas de colonialidad del poder deciden a qué países se les puede permitir sistemas democráticos, de acuerdo con los intereses de las potencias.

Así, lanzó la siguiente provocación: ver a la democracia también como un movimiento histórico de expropiación del poder de los más hacia los menos para convertir privilegios de pocos en derechos de mayorías. “La democracia nunca ha sido una concesión”, sentenció, pues es resultado de luchas sociales por el sufragio femenino, por el derecho a organizarse, por el derecho a expresarse. El Estado de derecho sería entonces no el resultado del atrincheramiento de las oligarquías, sino un terreno de combate político, y el derecho el único instrumento de los pobres para enfrentarse a los poderosos.

“El Estado tiene que ser un espacio de conquista de los sectores subalternos. Eso es democratizar al Estado”, resumió. Señaló que la izquierda no debe renunciar al cambio de procedencia de clase y de valores de quienes están en la administración del Estado. Insistió en que sólo desde las condiciones democráticas, los que no tienen el poder de las armas ni el de las finanzas pueden lograr avances políticos.

Para la izquierda, eso implica asumir la conquista del poder político en todos los terrenos, no solo en los procedimientos electorales y en las políticas públicas. En sociedades mediatizadas, destacó, uno de los grandes espacios de poder político está en los medios de comunicación, que son los capaces de definir la agenda y de condicionar pensamiento, ideología y comportamiento electoral de millones de ciudadanos.

Así, el trabajo estratégico de la izquierda sería usar la palabra democracia en relación no solamente a un procedimiento, sino en cuanto a sanidad, educación, economía y también a los medios de comunicación. Señaló que, a diferencia de la izquierda, la derecha sí entiende el peso estratégico de ellos. Por eso, Milei señala a cualquiera que defiende la democracia como comunista, porque sabe que la defensa de la democracia implica que se está defendiendo sociedades más justas, más dignas y más democráticas. La izquierda debe entender, regaló Iglesias al final provocando una ovación larga y generalizada, que “la lucha por la democracia y por el socialismo son la misma lucha”.


Aquí puedes ver la conferencia completa:


Madrid –

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