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Eduardo Parra / Europa Press

La guerra no es un fenómeno meteorológico

Aunque la propaganda bélica sea aplastante e incesante, las personas decentes, demócratas y pacifistas tenemos la obligación de alzar la voz y decir alto y claro que por supuesto que el gobierno de España tiene en su mano la posibilidad de reducir el gasto militar


En el día de ayer, el prestigioso Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) publicaba un detallado informe sobre el aumento del gasto militar en el mundo del que se hicieron eco varios medios de comunicación españoles. La conclusión principal del informe es que el conjunto del planeta incrementó su gasto militar en un 6,8% de 2022 a 2023, la mayor subida interanual desde 2009. Teniendo en cuenta que el aumento mundial del PIB fue de apenas el 2,4% en 2023, esto automáticamente implica que, a menos que se haya incrementado también de forma muy significativa la presión fiscal global o la deuda pública global (o las dos cosas), cientos de miles de millones de dólares se han recortado de las políticas sociales a nivel planetario.

En el caso de España, el informe del SIPRI estima que se destinaron 23,7 millones de dólares al gasto militar en 2023; un aumento del 9,8% con respecto a 2022 y unas ocho veces el gasto estatal anual en las prestaciones de la ley de dependencia. Además, hay que hacer notar que el SIPRI calcula que España estaría destinando al epígrafe de la guerra aproximadamente un 1,5% de su PIB; bastante más que el 0,97% supuestamente presupuestado por el gobierno o que el 1,04% que la propia Intervención General de la Administración del Estado (IGAE) cuantificó como el gasto realmente producido en 2023. Otros organismos independientes, como el Centre Delàs d’Estudis per la Pau o el Grup Antimilitarista Tortuga, calculan que el gasto podría ser incluso superior, llegando hasta el 1,89% o el 3,34% del PIB, respectivamente. El motivo de estas discrepancias es sencillamente que el gobierno hace trampas. Para evitar un escándalo en la opinión pública y al mismo tiempo enriquecer todavía más a los fabricantes de armas, el gobierno oculta sistemáticamente una buena parte del gasto militar en partidas opacas en otros ministerios y en artilugios contables. Así, todo indica que la situación real seguramente es peor que la dibujada por el informe del SIPRI.

Ante este panorama, ante esta deriva que conduce al conjunto del planeta a la guerra y a la muerte de millones de seres humanos, es fundamental señalar que el aumento del gasto militar es una decisión política. Aunque el conjunto del poder mediático —desde la extrema derecha hasta El País— nos intenten convencer de que este aumento del gasto es indispensable (o incluso positivo), aunque haya ministras supuestamente de izquierdas que digan en la televisión que España «está en unos gastos de defensa que son bajos» —ergo, no pasa nada por aumentarlos—, aunque la propaganda bélica sea aplastante e incesante, las personas decentes, demócratas y pacifistas tenemos la obligación de alzar la voz y decir alto y claro que por supuesto que el gobierno de España —y, de hecho, prácticamente todos los gobiernos del mundo— tiene en su mano la posibilidad de reducir el gasto militar para así poder aumentar la inversión en sanidad, en educación, en dependencia o en vivienda. Si no lo hace es porque no quiere. Si entrega miles de millones de euros de dinero público a la industria de la guerra y de la muerte, es porque así ha decidido hacerlo. Ni la deriva bélica ni el desvío de ingentes cantidades de dinero público al gasto militar son fenómenos meteorológicos; son decisiones voluntarias de los gobiernos.

Ni la deriva bélica ni el desvío de ingentes cantidades de dinero público al gasto militar son fenómenos meteorológicos; son decisiones voluntarias de los gobiernos

El aumento del gasto militar en Europa central y occidental —excluyendo, por lo tanto, el extraordinario aumento del mismo en Ucrania por motivos que todos podemos entender— ha sido de nada menos que el 10% de 2022 a 2023 según el informe del SIPRI. De este modo, lejos de constituirse como un actor global de paz, la Unión Europea ha decidido apostar por ser un agente de la guerra, aumentando su gasto armamentístico incluso por encima de la media planetaria. Una Unión Europea que fue fundada después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial como una forma de intentar evitar el asesinato masivo de seres humanos y la destrucción material de países enteros hoy está apostando por destinar ingentes recursos públicos no a mejorar la sanidad de los países miembro, no a establecer ingresos mínimos para sacar a millones de europeos de la pobreza, no a mejorar la educación y la ciencia en el continente, no a luchar contra el cambio climático, sino a fabricar artefactos para matar.

En las elecciones europeas del próximo 9 de junio, se van a presentar tres tipos de fuerzas políticas: las que aplauden el gasto militar y la guerra, las que lo venden como un fenómeno meteorológico contra el que nada se puede hacer y las que están dispuestas a poner pie en pared para acabar con la oscura deriva bélica en la que las élites nacionales y comunitarias nos están metiendo. Más vale que los pueblos de Europa elijan con cuidado la papeleta dentro de un mes y medio si no queremos acercarnos peligrosamente a lo que ya vivimos en este rincón del mundo hace algo más de 80 años.


Madrid –

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