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Pedro en modo avión

Foto: El Plural

Pedro en modo avión

Yo en el fondo solo quiero que Pedro y Begoña inviten a cenar a Pablo y a Irene y les pidan perdón y que también les confiesen que “con Yolanda NO” que “Yolanda de entrada NO”


El presidente del gobierno abandonó el hemiciclo desencajado, me lo confirma una diputada de un partido que una vez pisó el consejo de ministros (o al menos un trocito de él).

Nunca nadie le había visto así en el Congreso. Como Rocky en el primer combate con Apolo Creed. No dejó que nadie se acercara a darle la brasa (ni siquiera al típico cuñado de Rocky), ni a darle ánimos, ni a abrazarle, ni a comerle la oreja.

Estaba en la lona. ¡Adriannaaa! ¡Begoñaaaa!

No sabemos si en ese preciso instante le hubiera gustado pensar que ojalá se hubiera gripado hace siete años el motor de su Peugeot 407 y de esa manera nunca hubiera llegado a este momento de su vida.

Parece como si le hubieran dado ganas de pegarle una patada a los aparatos de traducción simultánea o mirar a los orificios de las balas de Tejero en el techo del hemiciclo y soñar con que le hubieran dado a él, como a JFK.

Por su cabeza se pasaron decenas de fotogramas: Rivera, Susana, Iglesias, Leonor, Úrsula, la embajadora israelí y hasta el “osito” Pinone.

Se sintió en la piel de Adolfo Suárez cuando en la Zarzuela un general le puso un pistola en la mesa delante del rey, para que dimitiera ipso facto. Sin mediar palabra.

Me confirman fuentes no tan cercanas pero ni mucho menos lejanas (podría ser algún ministro pero no estoy en disposición de decirlo) que Pedro Sánchez no le cogió a nadie el teléfono en esta tarde fatídica de abril.

Seguramente lo puso en modo avión. No voy a caer en la tentación facilona de decir “en modo Falcon”, no.

Si hubiera podido se hubiera cogido el primer avión a Menorca o La Palma. Modo avión.

No le hubiera cogido el teléfono ni al emérito, ni a Biden, ni a Netanyahu, ni a Antonio Hernando ni a Ferri.

Nos dicen esas mismas fuentes que no consultó nada con nadie. Se piró al Palacio de la Moncloa y si te he visto no me acuerdo. El coche con los escoltas, la furgoneta medicalizada, los motoristas, el duelo.

Entró en Moncloa con la misma desgana que salió Rajoy el día de la mudanza.

No sabemos si alguien le recomendó pasarse por Ferraz a hablar con el busto de Pablo Iglesias y buscar cierto confort.

Está claro que a Ferraz no iba a ir a rezar el rosario. Ni a gritar: —Con Begoña, sí.

Toda la tarde-noche reunido en Moncloa con su equipo médico habitual, buscando cómo hacer lo que quiere hacer sin quedar como un pirado.

Tomarse unos días para pensar un poco y luego contarle al mundo la decisión que ya tiene tomada, creo yo.

No sabemos si en algún momento de la tarde se sentó a pensar en la fuente donde quedaban Guiomar y Machado. Si de haberlo hecho ese momento lo compartió con Begoña. Hubiera molado.

Begoña, la culpable de ese viaje en Peugeot por toda España. Jack Lemmon y Shirley Maclaine recabando votos de las agrupaciones socialistas, abriendo el camino para Ferraz y la próxima estación: Moncloa.

Begoña, el cerebro gris. La Nacho Azofra del equipo de Pedro. La Vandiver de los momentos difíciles. David Russell de mis amores.

Yo la conocí levantando el puño mientras cantaba (o cantábamos) la Internacional en IFEMA, mientras se dirimía si su chico sería el próximo secretario general del partido o no. Ella levantaba el puño, Ángel Gabilondo no.

Begoña y Pedro tenían en contra a los de la foto de la tortilla y los de la foto de la empanada mental: El Señor X, Rubalcaba, Zapatero, Guerra y todo dios socialdemócrata de pacotilla esquina con el centro, centro.

Largo Caballero desde el limbo socialista empujaba a Pedro.

—Patapúm parriba, Peter.

La siguiente ocasión en la que vi a Begoña fue cuando en el mismo lugar y ya como secretario general in péctore Pedro entraba en la nave a ritmo de su canción favorita: Sweet Child of mine, de Guns and Roses.

Cary Grant y Katharine Hepburn. La fiera de mi niña.

Siempre que me encontraba a Begoña me sonreía. Aún sabiendo que yo sociata no soy. Aunque mi abuelo tuviera que quemar de manera apresurada el carnet de la UGT cuando las tropas del genocida de un solo huevo entraron en su ciudad.

Begoña siempre me sonreía. Supongo que a mi y a más gente. Sabía que mis preguntas no eran para pillar ni para quedar por encima de nadie sino para hacer cierta justicia poética, la que te permite ser un reportero que no se casa con nadie, salvo con la gente que más necesita que le pongan un micrófono delante.

Bueno, y también si me pasa la fregona por los pies Colette, la compañera de Durruti.

La última vez que vi a Begoña fue durante la sesión de investidura de Pedro hace más de medio año. Ella estaba en la tribuna de invitadas del Congreso. Por momentos se agarraba a la barandilla para verle mejor, para sentirle más cerca. Se la veía emocionada, se le caía la baba (en el buen sentido). Estaba radiante. Four more years.

No sin mi Pedro. Hubiera hecho un Penélope Cruz si se lo hubiera permitido el protocolo. Pedrooooo

Yo, desde la tribuna de periodistas, la saludé con cariño y me llevé el puño al corazón. Me devolvió el gesto con una sonrisa.

—Parece buena persona, pensé.

No sé si todo esto de ahora es una nueva jugada de ajedrez de Pedro Sánchez. Desconozco si busca una moción de confianza (como hicieron en su día Suárez & González) o si simplemente está harto y se quiere pirar. Me inclino más por esto último. Lo juro por Bakunin.

Mi intuición (que se equivoca a ratos y a veces falla más que una escopeta de feria) me dice que se acabó. #SeAcabó.

Pedro no dormía a gusto con Pablo Iglesias rondándole y tiene apnea con la banda de retrasados que persiguen justicia a lomos de un unicornio con TDH.

Pedro lo que quiere y necesita es seguir durmiendo a pierna suelta con Begoña. Y viceversa.

Las cosas como son. Pedro dormía como un lirón mientras Irene Montero lloraba en su casa de los click de Famobil (por el tamaño, me refiero) cuando las hordas pre visigodas invadían su calle y les tiraban ratas y pelotas de tenis al jardín a sus hijxs, mientras jugaban al escondite.

Pedro y su ministro esbirro Marlaska se echaban una siesta sí y otra también mientras Pablo Iglesias se cuestionaba qué hacer con su vida y su madre temía por la de su hijo. Sorpasso, Islas Granadinas, Burdolandia. Vamos con ello porque llevo torta. La niñera solo llama dos veces. Dina 4 y tiro porque me toca.

Me jode lo que le ocurrió a Pablo e Irene entonces y me jode lo que le ocurre a Pedro y Begoña, Begoña y Pedro ahora.

Que soy compañero, que soy humano, que Pedro también lo es.

Este miércoles hemos descubierto que Perro Sanxe tiene su corazoncito.

Inteligencia emocional en vena, al fin. Había perdido yo la fe en el hombre no blandengue.

Thank you Peter.

Tengo la peregrina teoría de que en la última noche electoral en Ferraz el presidente del gobierno llegó dos horas tarde porque no pensaba ganar, porque en el fondo y en la superficie no quería ganar esas elecciones.

Llámame loco y échate a correr.

Le vi la cara en el andamio/tarima de Ferraz. No era el Pedro de “con Rivera, no”. No era el Pedro que abrazó a Pablo Iglesias al sellar el gobierno de coalición como el que abraza al señor Barragán (el de “No te rías que es peor”)

No era el Pedro del Peugeot 407. No era el Pedro de Doñana con Doña Merkel, no.

No sé si tenía ya previsto un retiro dorado en algún lugar de Europa o pensaba okuparle la casa a ZP en Lanzarote. Pero me da que Pedro quería que Alberto fuera presidente y salir por patas. Razones no le faltaban, ni le faltan.

Luego vino el circo de Junts, el moño de Yoli con Puchi, las noches toledanas de Ferraz (muñecas hinchables mediante). Ayuso de fruta.

Manos limpias, corazón sucio. Elecciones catalanas, rumba catalana. Salvador Illa, maravilla.

Repetición electoral en Catalunya. Europeas con Teresa Ribera y Rioja, viva el vino.

Manos sucias, CGPJ cabrón.

Nao posso mais.

Con Begoña sí. Con la cloaca no. Margarita vete ya. Albares me tienes harto.

Llamadme iluso pero yo creo que Pedro y Begoña se quieren hacer un Thelma y Louise y dar con las ruedas de su Ford Thunderbird descapotable en alguna playa de Canarias y quedarse allí a vivir, como nómadas digitales, sociatas en el exilio.

Canarias se agota pero les hace un hueco, for old time sake, por los viejos tiempos. Por guns, por roses.

Canarias tiene un límite pero Pedro se lo puede saltar porque salir de Madrid chulona mía siempre te sitúa en el lado bueno de la geografía.

Pedro loves Begoña y viceversa.

¿Qué hay de malo?

Estos dos me han devuelto la fe en la pareja convencional, tradicional.

Tocas a mi chica, me tocas a mi.

Me piro vampiro y cierro al salir.

Mari Jose Montero for primarias. No es Susana Díaz ni falta que hace. Ni una Castelar, para qué te voy a engañar. No me llames Chiqui, llámame Willy.

Feijoó presidente, Podemos le hace el sorpasso al partido de Vendrell. Vuelve Lilith.

Pablo Iglesias por fin me hace caso y monta la única radio de izquierdas de este país.

El Rayo se mete en Europa. El Depor sube a Segunda.

Yo me jubilo de reportero, Begoña me vuelve a sonreír.

Se queda Xavi, se va Pedro. El mundo empieza a tener algo de sentido.

Suena la Internacional y Pedro quita el modo avión de su teléfono.

Seguidme para más teorías desacertadas e intuiciones de andar por casa.

Yo en el fondo solo quiero que Pedro y Begoña inviten a cenar a Pablo y a Irene y les pidan perdón y que también les confiesen que “con Yolanda NO” que “Yolanda de entrada NO”. Que han tardado en darse cuenta pero que ya no cuela.

Que coman perdices y sean felices. Por separado.

También pueden invitar a Pablo (Casado) y a su mujer Isabel.

Hoy comemos con Isabel.

Ayuso de entrada, tampoco.


Madrid –

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Editorial

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