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Javier Milei presidente de Argentina

El ecumenismo del odio y los falsos profetas

Para clasificar a Milei oscilo entre dos categorías, la de falso profeta y la de fundamentalista. Ambas categorías tienen connotación religiosa, a tono con la retórica del presidente que no para de utilizar la religión para justificar decisiones políticas atroces


Para clasificar a Milei oscilo entre dos categorías, la de falso profeta y la de fundamentalista. Ambas categorías tienen connotación religiosa, a tono con la retórica del presidente que no para de utilizar la religión para justificar decisiones políticas atroces. No es un fenómeno nuevo, tiene vastos antecedentes históricos que siempre culminaron en tragedia. En nuestro siglo, resurge con Javier Milei. Milei expresa un proceso que viene desde el norte y se expande por todo el globo.

En un valiente artículo publicado en 2021 por la Civitta Católica, Fundamentalismo evangélico e integrismo católico, Antonio Spadaro y Marcelo Figueroa lo describen notablemente:

“Esta compenetración entre política, moral y religión asumió un lenguaje maniqueo que divide la realidad entre el bien absoluto y el mal absoluto. En efecto, después de que Bush hablara en su momento de un «eje del mal» que hay que enfrentar y de que, tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, hiciera referencia a la responsabilidad de «liberar al mundo del mal», Trump dirigió su lucha contra una entidad colectiva genéricamente amplia, la de los «malos» (bad) o, también, «muy malos» (very bad). Los tonos utilizados por quienes lo apoyaron en algunas campañas asumieron connotaciones que podríamos definir como «épicas».

(…)

En el universo que amenaza su modo de entender el American way of life se han sucedido, a lo largo del tiempo, los espíritus modernistas, los derechos de los esclavos negros, los movimientos hippies, el comunismo, los movimientos feministas, y así, hasta llegar, en la actualidad, a los inmigrantes y a los musulmanes. Para mantener el nivel de conflicto, sus exégesis bíblicas se han impulsado cada vez más hacia lecturas descontextualizadas de los textos del Antiguo Testamento acerca de la conquista y la defensa de la «tierra prometida», más que guiarse por la mirada incisiva y llena de amor del Jesús de los Evangelios”.

Lo más llamativo para los autores era la capacidad de combinar fundamentalismos teológicamente opuestos en un “ecumenismo del odio”. Así, “basándose en los valores del fundamentalismo, se está desarrollando una extraña forma de sorprendente ecumenismo entre fundamentalistas evangélicos y católicos integristas, unidos por la misma voluntad de una influencia religiosa directa en la dimensión política«. Podríamos agregar a los supremasistas judíos y los libertinos ateos en este «ecumenismo del odio» con tendencias “dominionistas” que se preparan para un “choque final”. Son la otra cara de la moneda frente al terrorismo islamista que les resulta sospechosamente funcional.

Nótese que no se habla de católicos, evangélicos, judíos, musulmanes o ateos, sino de interpretaciones unilaterales y deshumanizantes que en una contradictoria amalgama de fundamentalismos animan un clima de época que pareciera dirigirnos a un nuevo oscurantismo maniqueo. Las religiones y las convicciones pueden encontrarse de otra manera, como promueve Francisco, en el camino de la paz y la justicia, la diversidad, la inclusión social y la defensa del ambiente.

Es triste para mi ver que en la patria de Francisco, abogado de los pobres y los pueblos pobres, una figura de extraordinario “carisma” como Javier Milei se consagre como el campeón internacional de un eclecticismo ideológico-ideológico que, con profusas citas bíblicas,  diviniza al mercado como eje exclusivo de rotación de la humanidad y promueve el pensamiento único como salvación de occidente. Quienes pensamos que la naturaleza y las personas deben estar en el centro de la política nacional e internacional, que la pluralidad de pensamiento y la autodeterminación de los pueblos debe guiar las instituciones, somos considerados “representantes del mal”.

Con Milei y sus émulos, no solo “la rebeldía se ha vuelto de derecha” sino que la religión se volvió un instrumento de poder al servicio de las elites privilegiadas. Las potencialidades humanas que emergen de la justa indignación frente a la injusticia y la espiritualidad constitutiva del sentido trascendente de los pueblos quedan así al servicio de ideología e intereses deshumanizados.

Volvamos a las dos figuras del inicio de este artículo. En el primero de los casos —el falso profeta—  el personaje simula ser intérprete de la voluntad de Dios siendo consciente de sus falacias. En el segundo, —el fundamentalista— el personaje cree fervientemente que tiene una misión en el mundo: restaurar los fundamentos de los que se desvió una sociedad corrompida. El primero es un estafador espiritual, el segundo un sectario delirante. Milei tiene un poco de ambos.

El lunes, Javier Milei ofreció por cadena nacional un discurso que lo coloca en este espacio intermedio entre ambos tipos. Entre otras referencias bíblicas detecté las nociones de “piedra angular”, “mandamiento”, “milagro”, “tierra prometida”, “fuerzas del cielo”, “justos y pecadores”.

El superávit fiscal —un mero instrumento macroeconómico que en el caso argentino está en función de la valorización de corto plazo de los activos financieros— sustituye a Cristo como “piedra angular”, al amor fraterno como “mandamiento” y a la multiplicación de los panes como “milagro”.

La “tierra prometida” a la que el Pueblo —bajo la guía de este nuevo Aaron con quien se identifica y la protección de sus “fuerzas del cielo” que constituyen sus acólitos— no es un espacio real para el desarrollo integral de un pueblo sino un sistema abstract, infalible y tecnocrático, basado en la lógica de la competencia mercantil, liberada de un egipto esclavista que le impuso las cadenas de la  “aberrante” Justicia Social.

Milei también habla de “justos y pecadores”, atribuyéndose la capacidad de juzgar cuál es cuál y retribuirlos a cada cual según el infalible criterio de la dualidad público vs privado. Todos los actores del sector privado son justos, incluso héroes, incluso si fugan divisas o las compran en el mercado ilegal. No exagero. Milei calificó de héroes a los grandes empresarios que fugaron divisas o evadieron impuestos. Héroes de la libertad. Libertad de mercado.

Los pecadores son las personas que reciben cualquier tipo de servicio subvencionado por el estado, los enfermos que obtienen medicación gratuita en los hospitales, los estudiantes que obtienen educación gratuita en las universidades, los empleados públicos o jubilados que cobran del estado sus haberes, los pobres que reciben algún tipo de asistencia económica y desde luego cualquier militante que se ponga de su lado. Extraña inversión del principio de las bienaventuranzas.

Debemos estar atentos frente a estas manipulaciones y tomarlas en serio aunque a veces tenga ribetes de una ridícula comicidad. Nos toca promover una contranarrativa que recupere los valores humanistas de todas las religiones y convicciones políticas que respeten la dignidad de las personas y los pueblos. En esta discusión que a veces parece teología bizantina hay mucho en juego, mucho más de lo que a simple vista suponemos.


Madrid –

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