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Cuerpo, discurso e identidad

Cuerpo, discurso e identidad en tiempos de empacho cultural

La joven agrupación artística Éskaton presenta en Réplika Teatro sus “Ejercicios militares para confundir éxtasis con agonía”, una propuesta nada complaciente en torno a la confusión, la deconstrucción y la aspiración a una forma de relación ambivalente en un mundo que navega por un mar de dialécticas contemporáneas


La era de internet ha traído el mundo multicanal. Y esta multitud de canales vierte a la cultura humana conocimiento indiscriminadamente. Esto que en un principio parecía paradisíaco, ha revelado que también posee una cara infernal. Como una factoría mastodóntica, nos provee de productos de todo tipo y por detrás va generando más y más basura. Frente a la posibilidad infinita de acumulación cultural está la saturación y cada vez es más complicado relacionarse con el conocimiento adquirido por múltiples canales, para que contribuya a una transformación positiva y emancipadora del individuo y de la colectividad. Pero la realidad irrefutable es que todos estos contenidos se agolpan en el cuerpo individual y en el social y nos encontramos ante un momento de zapeo cósmico en el que pasamos de leer a Paul B. Preciado o a Pessoa, a consumir la fantasía pornográfica que queramos o a escuchar a una tiktoker que explica sus trucos de maquillaje, o simplemente matar el tiempo viendo la telebasura de toda la vida o abandonados a la enésima final de cualquier deporte o a los shorts y reels cuya aportación al progreso de la humanidad es igual a cero, pero nos la pela.

Sirva este párrafo introductorio para delimitar someramente esta nueva jungla en la que vivimos y porque la obra de la que hablamos empieza con una llamada, nostálgica quizás, a lo salvaje, un adentrarnos en la noche intempestiva de lo que no responde al orden establecido, un brindis por el instinto frente a la razón, encuentro en crudo que permita revisar ciertos contratos sociales. Pero ninguna selva es anárquica, todas tienen su reglamentación interna. También esta en la que salimos por las noches al encuentro de un simulacro anormativo, cuerpos contra cuerpos que no apelan más que a la desactivación de los límites sociales. Al final, pasamos por el aro del contrato, del lenguaje del orden y de la burocracia. Y eso está contado en la obra con un vídeo inicial que no disimula su patetismo, donde dos actores y una actriz hacen de notarios de sí mismos para dar su consentimiento subidos a un burro. ¿Consentimiento a qué? A poner el cuerpo en escena. De lo que hablan, en sentido figurado, es de lo que se puede o no se puede hacer, de un tiempo que confunde flagrantemente realidad y ficción, que ha desposeído de una cierta sacralidad a los marcos dentro de los cuales discurre el arte. Un ejercicio militar hecho arte como epítome de la agonía y del éxtasis, del placer y del dolor, dos extremos que se tocan.

Antes de continuar con esto que es más glosa que crítica, me gustaría advertir a lectoras y lectores de que estamos ante una pieza escénica no apta para los que buscan entretenimiento blanco, ocio de usar y tirar, muy respetable por otra parte. Estamos ante una obra que, como dice Miguel Deblas, dramaturgo de la pieza y director de la misma junto a George Marinov, molaría hacer en sitios clandestinos, en garajes abandonados, en casas en ruinas en mitad de la nada. Eso sería bonito por lo que tiene de contrasistema. Pero de momento lo vemos en una sala del circuito de pequeño formato de Madrid, entrada mediante, contrato entre espectador y obra mediante. Y la obra no contiene una fábula de narratividad convencional, sino que es una exposición compuesta de un prólogo y tres ejercicios donde se combinan una textualidad en descomposición hacia la poesía y una poesía visual que se va componiendo relacionando cuerpo y máquina, apelando a la excitación como emoción principal, excitación sensorial y excitación neuronal. Todo esto sucede en un paisaje de multiplicidad simbólica, donde cada elemento se presenta no de forma unívoca, sino abiertos a la ambivalencia y a la ambigüedad. Y todo esto encierra, finalmente, una lectura política, porque como consecuencia de la era multicanal, estamos entregando nuestro cuerpo, nuestro ser, a poderes desdibujados que parasitan nuestra voluntad.

El primer ejercicio se llama Confusión, una confusión que llega como resultado de esta identidad cruzada de industrialidad y conectividad de la que venimos hablando, de esas tecnologías discursivas ajenas que operan en nosotros sin que seamos plenamente conscientes, como una aspiradora de esas que se deslizan solas por la casa y limpian a la vez que mapean y comparten datos con entidades lejanas e inaccesibles. Asistimos a una acción que, como sucede luego en los otros dos ejercicios, destila obscenidad en el sentido clásico, en el sentido de que nos deja ver lo que no está hecho para verse públicamente. Esta confusión, dice Miguel Deblas, es también “una oportunidad para reformular la identidad, ganar una fluidez que antes era impensable porque todo era más rígido; nos da un cierto permiso”. De ahí que vayamos a asistir en el siguiente ejercicio a un Vaciamiento. Hay que limpiar, airear la casa y sacar la basura, los desechos, lo inservible, si queremos hacer hueco a lo nuevo. Es el momento de la pieza que más se relaciona con el nombre del colectivo, Éskaton, el momento escatológico en sus dos acepciones, donde conviven lo soez y lo que se ultima, lo que muere.

Este segundo ejercicio ensaya en paralelo un vaciamiento también de subjetividad del cuerpo que vemos hasta dejarlo en mera imagen, en mero objeto que miramos de la forma en que miramos un objeto pictórico. También es un ejercicio de autoconciencia, porque en esa deconstrucción debemos acatar lo que somos, privilegios incluidos, si queremos reducirnos a una nada sobre la que construir otros modos de ser y estar. En conflicto con la voluntad propia y la ajena, está la oportunidad de despojarnos de determinadas características que nos hacen sujetos, y pasar por el estado objetual antes de asumir una mayor agencia individualizada de nuestra condición social inherente. Todo queda preparado, pues, para asumir un nuevo cuerpo como montaña, que es lo que propone el tercer ejercicio, más poético que los otros textual y plásticamente. El cuerpo marcado con un 1, se cuelga boca abajo y se acciona su oscilación, péndulo de su propio tiempo. El texto que acompaña la acción es más salmódico, es una suerte de canto al dios-yo dispuesto a rehacerse, al arcano, al misterio oculto que acaricia por fin el momento en el que éxtasis y agonía se confunden.

En definitiva, la obra regala una veta creativa a quien la mira, establece con su público un vínculo magnético que tiene que ver también con lo bien que se han hilado sus partes, con el buen manejo del tempo discursivo, con la presencia segura de unos intérpretes (además de los citados Deblas y Marinov, también la actriz Julia Solé) sostenidos por un anclaje simbólico muy destilado, con textos que se gozan y se piensan, dejando ver a las claras los magisterios y referentes que operan sobre sus creadores. Porque es imposible no pensar en las poéticas escénicas de la Societas italiana de Romeo y Claudia Castellucci o en Angélica Liddell. Éskaton hace suyas estas influencias y las manejan junto a un deseo propio de trascender esa montaña que es el presente, montaña desde la que ver más cosas y más lejos y desde la que se te pueda ver a ti también, aspirando a una mayor claridad y una mayor certidumbre en la procelosa tarea de estar hoy, aquí y ahora. Sin duda, un teatro que ensaya un diálogo con el presente nada complaciente, sin miedo a la complejidad, a través de una propuesta artística genuina que genera esperanzas. Es una suerte enorme poder contradecir a Mark Fisher cuando se pregunta en Realismo capitalista aquello de: “¿cuánto tiempo puede subsistir una cultura sin el aporte de lo nuevo? ¿Qué ocurre cuando los jóvenes ya no son capaces de producir sorpresas?” Bueno, pues aquí hay un grupo de jóvenes empeñados en sorprendernos.


EJERCICIOS MILITARES PARA CONFUNDIR ÉXTASIS CON AGONÍA

Réplika Teatro Centro Internacional de Creación

5, 6 y 7 de abril

Madrid –

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Editorial

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    Tanto si Sánchez dimite como si no, nuestro país se embarcaría en una trayectoria suicida si la mayoría que ha hecho posible su investidura no acepta de una vez por todas que las reformas que partidos como Podemos llevan años poniendo encima de la mesa se han vuelto inevitables