Diario Red
Menu
Menu
Diario Red
Pedro Sánchez, junto a su mujer Begoña Gómez

Álex Cámara / Europa Press

Begoña Gómez y el poema de Niemöller

El presidente acaba de anunciar que se toma unos días de reflexión para decidir si todo esto vale la pena. Nosotros lo que tenemos que hacer es denunciar el lawfare y la violencia con la misma contundencia que nos hubiera gustado escuchar cuando iba dirigida a otros


No es la primera vez que la actualidad nos recuerda al famoso poema del pastor luterano alemán, Martin Niemöller, que comienza diciendo: «Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista.«

Lo que nos explica Niemöller con su poema —y salvando las distancias con la situación actual, pero también reconociendo las similitudes— es que la voracidad depredadora que presenta el bloque reaccionario a la hora de acabar con sus enemigos es infinita y que, por tanto, la concertación es imposible.

«Cuando el lawfare y la violencia mediática vino a destruir a la gente de Podemos, guardé silencio, ya que no era de Podemos«, podría ser la primera frase de un nuevo poema, paralelo a aquel y adaptado a nuestros tiempos. ¡Y qué cierto sería este empiece! Durante años y años en la última década hemos asistido en innumerables ocasiones al mismo esquema de destrucción reputacional basada en falsedades. El primer paso es un movimiento judicial o policial: la apertura de una causa a instancias de cualquier particular, el inicio de unas diligencias tras cualquier denuncia de una asociación ultra, un informe policial sin firma, todo ello convenientemente filtrado a los medios de comunicación de la derecha y la extrema derecha… pero no solamente; recordemos que el así llamado ‘informe PISA’, fabricado por las cloacas del PP, fue publicado por la Cadena SER y sigue colgado en su página web como monumento conmemorativo a lo más nauseabundo de la corrupción periodística. De hecho, este es el segundo paso, y es un paso indispensable: para que el mecanismo funcione, tiene que haber un buen número de periodistas corruptos que, aunque la mercancía averiada despida un tremendo olor a podrido, se presten a darle difusión y veracidad. Al cabo de unos años, cualquier procedimiento basado en las acusaciones falsas queda en nada y el juez tiene que archivarlo para no correr el riesgo de ser encausado por prevaricación. Pero eso da igual. El objetivo principal ya está conseguido. Mediante la propia existencia de la investigación, se ha suministrado durante meses y meses material difamatorio a los medios para que los informativos y las tertulias se encarguen de destruir la reputación personal y la credibilidad política del objetivo seleccionado por los operativos reaccionarios.

El ya mencionado ‘informe PISA’, el ‘caso Neurona’, el ‘caso niñera’, la financiación proveniente de Venezuela, la financiación proveniente de Irán, la ‘caja B’, el ‘caso Dina’, la financiación de la sede, el caso de Vicky Rosell, el asistente de Echenique, la declaración de hacienda de Monedero, las inexistentes agresiones a policías de Isa Serra o Alberto Rodríguez, la lista es prácticamente interminable. En la inmensa mayoría de los casos, los magistrados terminaron archivando por miedo a prevaricar. En algunos de ellos, encontraron un subterfugio legal para condenar sin pruebas. En todos los casos, los periodistas corruptos se emplearon a fondo para disparar a quemarropa a los objetivos seleccionados. Y no solamente se utilizó este mecanismo golpista para perseguir en lo personal; también se usó para bombardear leyes aprobadas por el parlamento, como la Ley Sólo Sí es Sí, que fue subvertida por decenas de magistrados para asediar al Ministerio de Igualdad, al feminismo y a Irene Montero de la forma más asquerosa que uno podría imaginar: rebajando penas a violadores.

Cuando todo esto ocurría, lo que debería haber hecho cualquier partido que le tenga cierto aprecio a la democracia es alzar la voz

Cuando todo esto ocurría, lo que debería haber hecho cualquier partido que le tenga cierto aprecio a la democracia es alzar la voz. Si el PSOE —y también, lamentablemente, los enemigos internos de Podemos en su propio espacio—, en vez de entender que estaban ante una oportunidad táctica de debilitar a los morados, hubiesen actuado de forma contundente para proteger el juego limpio democrático, entonces, no se habrían referido al conjunto de los jueces y de los periodistas como árbitros inmaculados del juego político y no se habrían puesto de perfil ante la violencia que se desplegaba frente a sus ojos. Quizás, si hubieran recordado el poema de Niemöller, habrían hablado y actuado en consecuencia para frenar lo que estaba ocurriendo y ahora no estaríamos hablando de lo que están haciendo con Begoña Gómez. Es normal que la gente decente empatice con lo que están viviendo el presidente y su mujer —y desde aquí lo hacemos—, pero también es importante tener memoria.

Por supuesto, el mismo esquema que se usó contra Podemos también se utilizó contra el independentismo catalán, convirtiendo —gracias a magistrados y periodistas corruptos— ilícitos menores y disturbios públicos en gravísimos delitos de rebelión, sedición o terrorismo. Por eso, no es casualidad que haya sido Gabriel Rufián el que lanzó esta misma mañana, en la sesión de control del Congreso, la pregunta a Pedro Sánchez a raíz de las noticias sobre su mujer: «¿Cree usted en la justicia?«. Aunque el presidente contestara que todavía sigue creyendo en la justicia española, lo cierto es que el lawfare ya está en marcha y no parece que se vaya a detener. Albergar la esperanza de que aquellos que promovieron el asedio por parte de ultraderechistas violentos a una casa particular en la que había varios bebés durante más de un año ahora van a pisar el pedal de freno no resulta muy racional que digamos.

Cuando el PSOE decidió no hacer nada contra el lawfare y la violencia que sufrían otros, pensando que, al ser uno de los partidos fundamentales del régimen del 78, nunca iban a ir a por ellos, cuando los adversarios internos de Podemos en su propio espacio jugaron con la idea de aprovechar el desgaste de los morados para así quedarse con todo, cuando los que supuestamente estaban llamados a defender la democracia guardaron silencio porque —como escribía Niemöller— «no eran ni independentistas ni de Podemos», quizás ganaron una ventaja táctica en el corto plazo. Pero, al mismo tiempo, alimentaron con paladas de legitimidad y de impunidad a los mafiosos y a los reaccionarios, dejándoles claro que no había consecuencias cuando uno decidía ejercer el lawfare.

Hoy, nuestro país asiste estupefacto a una carta pública del presidente del gobierno de la cuarta economía de la Zona Euro anunciando que se toma unos días de reflexión para decidir si todo esto vale la pena. Nosotros lo que tenemos que hacer es denunciar el lawfare y la violencia con la misma contundencia que nos hubiera gustado escuchar cuando iba dirigida a otros y también cruzar los dedos para creer que todavía estamos a tiempo de que no se haga realidad la última parte del poema de Niemöller: «Als sie mich holten, gab es keinen mehr, der protestieren konnte. / Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar


Madrid –

Nada de esto sería posible sin tu ayuda

Y únete a nuestros canales de Telegram y Whatsapp para recibir las últimas noticias

Compartir

Editorial

  • Palestina necesita a los universitarios españoles

    Nuestro gobierno sigue comprando y vendiendo armas a los genocidas y ni siquiera ha querido romper relaciones diplomáticas con ellos. Es la hora de que esa juventud —que siempre es vanguardia política de la decencia— ocupe todos los campus universitarios de España y obligue al gobierno a ponerse del lado correcto de la historia