Diario Red
Menu
Menu
Diario Red

‘El otro lado’: Berto Romero parodia a Iker Jiménez de forma despiadada e hilarante

En la original serie de Movistar+, Nacho Vigalondo interpreta a Gorka, un presentador manipulador, populista y sensacionalista que no es otro que el conductor de Cuarto Milenio


La comedia de terror, o el terror paródico, es una apasionante mezcla de géneros que ha dado títulos como El fantasma del paraíso o Bitelchús y en una vertiente más cañera Un hombre lobo americano en Londres o Re-Animator. Este cine llegó más tarde a nuestro país y uno de sus pioneros fue Alex de la Iglesia, con la magnífica comedia satánica El día de la bestia. Lo volvió a intentar con Las brujas de Zugarramurdi, pero el resultado fue calamitoso. Otros ejemplos de este cine en nuestro país son Lobos de Arga, con hombres lobo gallegos y Malnazidos, con zombis en la Guerra Civil.

El director de esta última, uno de los realizadores mejor pagados de nuestro cine, Javier Ruiz Caldera, también fue director de Promoción fantasma y de la serie, de tres temporadas, Mira lo que has hecho, creada por Berto Romero para Movistar Plus+. Caldera y Romero, que también trabajaron juntos en Spanish Movie, son entregados defensores de la comedia fantástica. De hecho, la primera serie creada por Romero, Zombis, en 2009, ya apuntaba maneras.

Uno de los mayores aciertos de El otro lado es que Romero es un buen actor y se lo toma en serio. No ocurre lo mismo con su amigo y socio Andreu Buenafuente, que es más cómico o presentador que actor, aunque su personaje, un fantasma “cuñao” y completamente trasnochado, es el que más carcajadas saca en la serie. Romero, eso sí, defiende mejor su personaje y demuestra que es algo más que la pareja de Buenafuente o un mero monologuista de El club de la comedia. Para empezar porque es un buen guionista de comedia, como lo demuestra El otro lado, en la que Romero interpreta a Nacho Nieto, periodista especializado en lo paranormal y que, deprimido, pasa por un terrible momento profesional y personal. Tras un intento de suicidio fallido, se le aparece el fantasma de su mentor, el doctor Estrada (Buenafuente), legendario comunicador del misterio. Junto a él se enfrentará a un caso de poltergeist en un piso del extrarradio de Barcelona. Aquí la víctima no es una niña pija, como en El exorcista, sino un niño de clase obrera.

El otro lado tiene, como dicen los chorras, un buen high concept (en fin, de qué va la cosa): el submundo de los programas de lo paranormal, ese universo de pseudoperiodismo y telebasura que ya parodió De la Iglesia con el telencinquero programa del profesor Cavan en El día de la bestia. Aquí tenemos guiños a pioneros como Germán de Argumosa o J. J. Benítez y sobre todo al mítico Fernando Jiménez del Oso, amigo de la pseudociencia, el dudoso rigor y la especulación con programas como Más Alla, que, por cierto, pueden ver en RTVE Play.

Aquí Jiménez del Oso es Estrada, el personaje de Buenafuente. Un Pepito Grillo, pero en “cuñao”. También es como Jack, el amigo zombi y putrefacto del protagonista de Un hombre lobo americano en Londres. Estrada es la experiencia, la voz de la conciencia. El que regaña a Nacho, pero también le anima a ser valiente y decidido, a coger el toro por los cuernos, a ganar al malo y seducir a la chica. Lo que pasa es que Estrada es un rancio (una idea muy buena), vive en otra época y es pelín machista, algo homófobo y adora fumar como un carretero.

Pero el gran antagonista de la función, y el hombre que más dinero ha ganado en España con lo paranormal, la pseudociencia y la especulación es Iker Jiménez, en esta serie Gorka Romero, interpretado por Nacho Vigalondo. Todo es Iker en Gorka: nombre vasco, parecido peinado y masa corporal, similar forma de hablar y de vestir, con sus mohines en plató, su sobreactuación y su burdo populismo. Su programa se llama Nueva Era, que es como decir Cuarto Milenio. Cuando aparece el personaje de Gorka, la serie empieza a elevarse, porque en ella Berto Romero quiere hacer un divertido homenaje a esa gente que se dedica a la pura nada (buscar espíritus o niñas que hacen milagros), pero sobre todo busca desenmascarar a tipos como Iker Jiménez.

Y, ojo, Berto Romero no se corta un pelo. En sus guiones, escritos a seis manos, junto a Rafael Barceló y Enric Pardo, hasta sugiere lo potencialmente peligroso que es un facha de marca blanca como Jiménez, admirado y seguido por miles de obreros de ultraderecha. En algún momento de la serie, hasta vemos a fans que le piden que se presente a presidente porque no tiene pelos en la lengua y dice lo que otros callan. Por ejemplo: “¿Pena de muerte? ¿Sí, no o depende?”. La carcajada es inevitable

En los diferentes flashbacks al pasado, en los que se usaron equipos de Betacam para dar autenticidad a la recreación, la serie nos muestra a un Gorka/Iker trepa, amarillista, manipulador y mentiroso, un tipo sin escrúpulos que le hace decir al protagonista frases que “conviertan la verdad en televisión”. Son fundamentales los saltos al pasado del protagonista, perfectos para una serie cuyo tema principal es la honestidad, aunque sea haciendo programas de fantasmas y apariciones marianas.

El fondo principal de El otro lado se resume en que no vale todo por el share. Y en que cuando cruzas la línea que separa el rigor de las medias verdades, las exageraciones o la especulación, dejas de ser un periodista y te conviertes en otra cosa. Por eso indigna Gorka y gusta Nacho, por ser frágil, tierno e íntegro. Y un verdadero profesional. No está mal todo esto para una serie de comedia, ¿no creen?

Lo peor: lo flojo que es Buenafuente como actor y que echo en fata más terror, pasar verdadero miedo.

Lo mejor: lo bien que está planteado el tema de la violencia de género, la brevedad de los episodios y el plantel de secundarios, sobre todo Eva Ugarte.


Madrid –

Nada de esto sería posible sin tu ayuda

Y únete a nuestros canales de Telegram y Whatsapp para recibir las últimas noticias

Compartir

Editorial

  • Rafah en la Complutense

    Frente a una derecha que apoya abiertamente a los genocidas y una progresía que va olfateando el ambiente mediático para decidir si ya resulta viable electoralmente pronunciar la palabra «genocidio», la movilización de las y los estudiantes es decencia y es esperanza