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El ex secretario de organización del PSOE y CEO del lobby ACENTO — Elena Fernández / Europa Press

Lobbies, consultoras y actividad política

Garzón puede trabajar donde quiera,  pero lo que no puede evitar Garzón ni quienes le defienden es que nos escandalicemos y le critiquemos


Intencionadamente no he puesto a Garzón en el título de este artículo porque, en realidad, no va de él, sino de lo que se ha desatado con su primera aceptación para trabajar para la consultora Acento. Esto va de los tuits, artículos y opiniones que nos han traído un debate muy importante. Un debate que, por cierto, no va, como dicen muchos, de las posibles salidas laborales de un político, que debería encontrarse con las mismas dificultades que cualquiera, sino de los límites de la política en la que nos movemos, si estos límites se han movido y cuánto, dónde estamos cada uno/a. De qué hablamos cuando decimos «política de izquierda”, aunque, claro, debe ser por esto mismo que muchos son partidarios de borrar dicha palabra, no sólo la palabra sino su significado también. Bueno, otras no estamos en esas.

Sobre la primera cuestión, dónde puede trabajar un exministro o una ex política, si tiene privilegios o inconvenientes. Este no es el asunto de este artículo, pero diré que ser política es un privilegio y, en general, permite aumentar los recursos económicos y simbólicos.  Otra cosa es la dificultad posterior de reengancharse a un trabajo que esté al mismo nivel de lo que se ha tenido y ganado mientras se ha estado en política, que de eso se trata, no nos engañemos. Digamos para empezar que los y las políticas procedemos de la clase media, con recursos económicos y que no es lo más habitual que antes de ser políticas fuéramos limpiadoras, carteros o vendedores (algunos ejemplos sí hay). Lo normal es que seamos abogadas, médicos, politólogos, sociólogos…Por tanto no veo la tragedia en volver a tu antiguo trabajo; ni la veo en buscarte la vida en el mismo sector que te la buscabas antes. ¿Qué es difícil? Sí, para todo el mundo, pero los políticos se han hecho con una importante cartera de recursos, conocimientos y experiencias en esos años, que pueden utilizar sin que eso sea reprobable.

No comparto en absoluto la opinión antipolítica y de derechas que mantiene que la gente de izquierdas tenemos que ser pobres o parecerlo, que tenemos que trabajar en una empresa que no tenga relación con el capitalismo o la explotación. Eso es imposible y solo lo dice la gente de derechas, y lo dice para acusarnos a nosotros de defenderlo y cuando no lo hacemos acusarnos de incoherencia. Es decir, se nos acusa de sostener una posición ética que luego violamos. En realidad, no defendemos dicha posición tal como ellos la enuncian, es una falacia. La misma de todos estos tuits de izquierdas que al final, no pudiendo defender la posición de Garzón, lo que dicen es que somos nosotros los que violamos los principios que nos damos (que, en realidad, no nos damos). Para que se entienda: al final la discusión se reduce a decirnos ¿cómo te atreves a atacar a Garzón, tú, que te has comprado un coche caro? Hoy mismo Garzón insistía en que la izquierda (él ya no está ahí) es puritana y protesta porque no le gustan las grandes empresas. Él mantiene ya la idea, de derechas, de que el mundo es como es, y que todo da un poco igual, da igual una empresa que otra y todos tenemos que pasar por el aro.

Lo cierto es que las consultoras como esa en la que quiere trabajar Garzón son uno de los cánceres de la democracia, una de las más perversas herramientas del capitalismo neoliberal para roer la democracia desde dentro. Tan malas son que su partido, y el mío, queremos prohibirlas o limitarlas. Son las que compran a ex políticos para que colaboren en limpiar la imagen de violadores de derechos humanos o de empresas que contaminan y explotan. Son las que compran a ex políticos su capital político, sus contactos, sus influencias, adquiridas en esos años con su servicio público, para privatizarlo y ponerlo al servicio de empresas que buscan aumentar la explotación, la contaminación, evadir controles democráticos, evadir impuestos… son las empresas del juego que se supone que queremos erradicar, las que privatizan la sanidad, encarecer la energía, las que consideran que los alimentos son un bien de mercado. Son esas empresas a quienes los partidos de izquierdas buscan poner límites porque sus actividades pervierten la democracia. Por eso nos parece mal pero no raro, cuando el ex político contratado defendía esas mismas ideas mientras estaba en la política, pero no es entendible que el político en cuestión repudiase esas mismas ideas cuando estaba en el servicio público y pase a defenderlas y a trabajar para ellas un mes después.

Si, como representante político te oponías a determinadas prácticas e intereses no parece ético ganar dinero después trabajando a favor de esos intereses; porque entonces cuando defendías ciertas ideas de tu partido y votantes ¿era mentira? Y si era mentira y no creías en lo que decías ¿no tenemos derecho a sospechar que en realidad por eso no las defendiste con la firmeza que se te suponía? ¿Podemos sospechar que ya trabajabas para empresas desde el ministerio? ¿en qué momento cambiaste? Y en el caso de Garzón esto tiene especial importancia porque lo cierto es que Garzón ha sido un ministro que ha tenido un perfil muy bajo a pesar de sus sonadas “recomendaciones”. Recomendaciones que nunca pasaron de ser más que eso y que le valieron la consiguiente campaña de la derecha de la que, por cierto, le defendimos desde el ámbito de la izquierda. ¿Podemos pensar que no hizo gran cosa en el Ministerio porque no quiso enfrentarse a quienes después le iban a dar un muy buen trabajo? ¿Quería dejar abierta esa posibilidad?

Garzón puede trabajar donde quiera,  pero lo que no puede evitar Garzón ni quienes le defienden es que nos escandalicemos y critiquemos su falta de vergüenza para ser dirigente de una organización que defiende lo contrario de aquello para lo que ahora quiere trabajar y que demuestra que, efectivamente, para alguna gente en política todo da igual con tal de gobernar. La frase antipolítica de que todos los políticos son iguales se hace realidad.

Finalmente, hay otra cuestión importante que late siempre debajo de estos debates. Es la de si se puede hacer mucho, poco o nada cuando un partido de izquierdas entra en el gobierno en condiciones de subalternidad. Da la impresión de que cuando se llega a la conclusión de que se puede hacer nada o muy poco (como Garzón) eso prefigura el movimiento posterior: no se puede hacer nada, luego todo da igual, luego por qué no va a trabajar en una consultora de Pepe Blanco y Alfonso Alonso. No se puede hacer nada y, por tanto, quienes nos indignamos mucho somos puritanos o católicos porque no aceptamos la mayor: el sistema es así y no se puede hacer nada. Leí un tuit que decía que, en realidad, Sumar y Podemos son lo mismo sólo que Sumar traga con todo con una sonrisa y Podemos traga con todo con gesto de enfado.

A la pregunta ¿se puede hacer algo? Irene Montero demostró que sí, con un fuerte coste personal y, posiblemente, para el partido, pero se pudo. Es difícil, pero se puede, pero más allá de eso creo que es muy importante esa actitud que el tuit simplificaba: la sonrisa o el enfado. El gesto de enfado en realidad es “decir”, son palabras que construyen futuro. Ese supuesto enfado es, en realidad, la posibilidad de futuro, es lo que construye imaginarios posibles.

Cuando en virtud de las supuestas ventajas de estar en puestos de poder a toda costa se defiende que incluso es lícito estar en una empresa que trabaja para aumentar las ganancias de las empresas del juego, por ejemplo, ¿qué podemos esperar del futuro? ¿Cómo construimos discurso, argumentos, posibilidades para el futuro? ¿Qué opciones tenemos para convencer a nadie cuando estamos demostrando que es verdad que todos los políticos son iguales? ¿Cómo construimos opinión, conocimiento, esperanza? Si al final es igual Garzón que Pepe Blanco o que Alfonso Alonso que defienden las mismas políticas para los mismos jefes ¿qué hacemos? Pues como poco construir una narrativa que demuestre que no, que no todos somos iguales.


Madrid –

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